12 julio 2008

Mujeres bisexuales

Ya sabemos que no todas somos heterosexuales, como el Papa Juan Pablo II hubiera deseado que creyéramos. Pero no somos todas lesbianas, tampoco. Ni todas bisexuales. Por suerte, somos todas distintas.

No estamos indefinidas: somos mujeres bisexuales y eso también es una definición. No nos gusta cualquier cosa que se mueve: nos gustan ciertas mujeres, ciertos hombres y ciertas personas travestis/transexuales. No contagiamos el SIDA ni los valores patriarcales, en ambos casos, lo decisivo es lo que se hace y no con quien.

Asumirse como mujer bisexual implica un trabajo profundo de honestidad y de discriminación. Nuestro estatus de ciudadanos de segunda en un mundo cultural y económicamente regido por los varones y por lo masculino hace que nuestros deseos y nuestras elecciones resulten muchas veces sospechosas en su autenticidad. Sí, muchas, de nuestras relaciones con varones son producto de la necesidad de aprobación, del temor, de la inseguridad inducida por la socialización o de la violencia ejercida sobre nosotras. Muchas, pero no necesariamente todas. Como seres humanos complejos y no meras víctimas de opresión, también podemos elegir a un hombre por deseo y/o por amor.

Sentir amor y deseo por otra mujer, por su mera transgresión, resulta un acto liberador en esta cultura. Sabemos que se paga con la soledad y con el riesgo. Cuando por fin se encuentra una comunidad de pares, a veces la necesidad de pertenencia hace que se suprima todo aquello que podría resultar discordante.

Sí, algunas de nuestras relaciones con mujeres son producto de la presión del grupo de pares, de la necesidad de no ser excluidas de ese mundo y de esa identidad que vislumbramos como la mejor posibilidad de quebrar nuestra opresión. De nuevo, como la opresión no es la única variable que explica nuestras vidas, muchas de nuestras relaciones con mujeres son fruto del deseo, del amor y de la afinidad. Y, por supuesto, la presión del grupo de pares nunca es comparable a la de toda una sociedad con sus instituciones.

La lesbofobia (rechazo hacia las lesbianas) internalizada y la de la sociedad hacen que muchas lesbianas “pasen” por hetero o por bisexuales por necesidad, miedo, falta de información o (en algunos casos) conveniencia. De la misma manera, la bifobia (rechazo hacia las personas bisexuales) hace que muchas bisexuales “pasen” por hetero o por lesbianas por las mismas razones. El proceso de cada una para asumir su identidad es único y dura toda la vida, aunque parezca haber terminado cuando a esa identidad se le da un nombre. Cada mujer sabe, mejor que nadie, quien es ella. Nadie tiene el derecho de definir a otra. De la compleja interacción entre los efectos de la opresión y el poder liberador de la conciencia, surgen la identidad posible para cada una en un momento determinado y su grado de visibilidad..

Las mujeres bisexuales somos muy diversas. Algunas, casadas con varones y con amantes mujeres. Otras en pareja con mujeres y con amantes varones. Otras para quienes el género de su/s pareja/s es completamente irrelevantes. Swingers, monógamas felices que limitan sus deseos por el mismo o cualquier otro género a la fantasía. Las enamoradas de personas transexuales y un largo etcétera.

Cuenta la leyenda que lastimamos a las lesbianas. Eso no es cierto. Ninguna orientación sexual implica (por sí misma) un daño para otras personas. La mentira, la desconsideración o la inmadurez emocional causan mucho daño en las relaciones; son rasgos humanos que se dan en todas las orientaciones sexuales y no son patrimonio de ninguna.

Tampoco es cierta que automáticamente cualquier mujer bisexual es “privilegiada” frente a una lesbiana. Sabemos ya, que el privilegio es una cuestión compleja en la que intervienen muchas variables y que tener en cuenta una sola de ellas en este caso, la orientación sexual, es un reduccionismo. Resulta difícil aceptar por ejemplo que una mujer bisexual, de mediana edad, con hijas/os, empleada doméstica por horas con poco trabajo sea privilegiada frente a una lesbiana joven, profesional, con un bueno empleo cierta aceptación por parte de su familia.

No es casual que en muchos países se este dando una alianza entre activistas bisexuales y transgénero (travestís, transexuales e intersexuales). Somos las “impuras” y los “impuros” en el paraíso lesbico-gay. No somos fáciles de clasificar, o sí: mujer bisexual = lesbiana cobarde que no se asume; mujer diferente = gay cobarde que no se asume. La cobardía es un rasgo humano que poco tiene que ver con la orientación sexual. Vivir como bisexual o transgénero en un mundo de blanco/negro no es para cobardes, por cierto.

El aporte de las personas bisexuales y transgénero a la comunidad lesbico-gay es precisamente hacer visible toda la gama de grises, de eliminar la idea de que la orientación y la identidad sexual son fijas y admiten solo dos posibilidades (homo/hetero, mujer/varón). Un arcoiris de grises donde cada cual puede, momentáneamente, encontrar su lugar. Un arcoiris que no es una escala de pureza, ser exclusivamente gay no es un estatus superior de quien es “predominantemente” gay. Ser una mujer con vagina no es “más” que ser una mujer con verga y tetas.

Archivo y Biblioteca de Lesbianas, Mujeres Bisexuales y Diferentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios Mio por fin gente muy informada da su aporte valiosisimo a nuestra sociedad, gracias por este execelente informe sobre la bisexualidad muy buen articulo 20 puntos espero que todo mundo lo lea.Y opine que bisexuales somos una realidad existimos y ni las discotecas gays ni las heteros nos acomodan cuando haran discos y bares bis
seria una pasada!

Pilar R. dijo...

Los prejuicios se desvanecen ante la información correcta, genial el artículo!