José (nombre falso) nació con genitales de Josefina, pero siempre se asumió como hombre y nunca dejaron de gustarle las mujeres. Gracias a las hormonas, logro la masculinización de su cuerpo, aunque admite que con cada inyección siente que se muere. El proceso de volverse varón ha sido doloroso, asegura, pero no tanto como el no poder asumir públicamente su identidad sexual y no tener una cédula con su nombre.
Cuando nací, hace 41 anos, me llamaron Josefina, pero en realidad soy José. Toda mi vida me he sentido hombre, aunque en algún momento no sabía qué era. Pensaba: bueno, cuando todo el mundo cruzó el lago, yo me quedé en el medio.
Fui muy mal estudiante, me enamoraba de mis amigas, de mi maestra, y no podía decir nada. Entonces me alejé de todo el mundo, y empecé a leer, tenia que leer, quería que alguien me contestara. En aquella época, llegó mi mamá con el librito para explicar de dónde vienen los niños, y uno no entendía nada.
Estudie en un colegio de monjas por 5 años. Había una muchacha de tercer año que me gustaba, y yo dije: “A mi me gusta esa muchacha”, y todo el mundo volteó la cara. Tenia 11 años cuando hablé con las monjas de lo que me pasaba, pero llamaron a mi papá y me botaron del colegio; ellas dijeron que una persona con tendencias desviadas y aberrantes no podía seguir allí. Lo confesé porque era verdad, pero a partir de ahí empezó otro problema. Senté a mi mamá y a mi papa, les dije que me gustaban las mujeres, y me llevaron a todos los médicos del mundo, psicólogos, psiquiatras; todo el mundo me decía que era lesbiana.
Un hombre entre otros hombres
Entonces vas a la otra etapa: empatarte con todo el mundo, pero la verdad es que terminaba siendo pana de la gente con la que me empataba. Era divertido irse con ellos, con mis novios, a jugar pelota. Así, paso un tiempo en que en la casa no hubo conflictos. Tuve un novio desde los 12 anos y medio hasta los 15 anos de edad, pero era más novio de mamá, que mío. Podíamos estar 20 horas sentados en el sofá, y no pasaba nada. Luego de varios anos de aquel martirio, le explique que quería a alguien con quien ir al cine, pero que me gustaban las mujeres. El muchacho me dijo que entendía todo, que él me amaba, que siguiéramos, pero le recalqué que entre nosotros nunca iba a pasar nada, aparte de tomarme la mano, y la relación terminó tortuosamente.
Visité un bar de ambiente, y sentí asco, pensé “esto no puede ser”. Llegó una mujer que me explicó: esto es un muchachito, o una mamita; y yo pensé que eran mujeres que estaban locas. Nunca sentí rabia hacia lo masculino, nunca me sentí lesbiana, mi identidad fue masculina. Busque entre los heterosexuales, y no era mujer, pero tampoco lo era entre los homosexuales. Después de ese día sentí que no era de ninguna parte. No me sentía lesbiana, pero me gustaban las mujeres.
Pase dos años solo y encerrado en mi casa. No salía con nadie. Mi familia pensaba que era un loco, un artista.
Closet sin faldas
Siempre fui muy andrógino. No me dejaba el cabello largo, no me echaba maquillaje, siempre andaba con mi blue jeans. Cuando tenía 7 años de edad, mi mamá me pregunto: “?por qué no tienes faldas en tu closet?. Me desapareció todos los pantalones, y me puso faldas. Pero en un carnaval me preguntaron de qué me quería disfrazar, y respondí que de príncipe, y fue mi mejor carnaval.
Mi mamá ya murió. Ella me entendió, pero no lo aceptó. Me decía “si, tienes bigote y barba, pero cuando yo di a luz, en la partida de nacimiento decía que tuve una niña, no un niño”. Yo le respondía “así tienes dos en uno, mamá”. Tengo mucho humor. Después de llorar solo, aprendí a reírme de mi mismo, antes de que la gente se burle de mí.
A los 25 años de edad conocí a mi esposa, que hoy vive conmigo. Mi papá se enteró de la relación de una manera fuerte: yo estaba besándola. Mi papá llegó y los tuve que presentar. Él dejó de hablarme por una semana, y luego me preguntó que si estaba besando a una mujer; le contesté que si, se puso de todos colores, y me respondió que entonces me quería más, que me iba a ayudar más porque era lesbiana.
Nuestro noviazgo duró ocho meses. Me fui de mi casa a vivir con ella; no porque estaba bravo con mi familia, sino porque no tenía el coraje de enfrentarme. Para mi esposa también fue difícil: ella salio de su casa, no con José, sino con Josefina.
Hormonas a ciegas
Comencé mi tratamiento a ciegas, tomando hormonas por mi cuenta, automedicado, buscando en libros de medicina. Mi esposa me dijo que si era importante para mí, que lo hiciera, y se empeñó en que buscara a un endocrinólogo. Cuando quieres masculinizarte, debes inyectarte hormonas. Las hormonas te van eliminando la menstruación.
Pase por varios médicos que me dijeron: “Yo no veo gente como tú”. Me miraban de arriba abajo como si fuera la peor escoria; es como si tuviera lepra, pero ni siquiera a los leprosos los tratan así. Me vio un endocrinólogo, y cuando me quité la ropa, me preguntó si era un tipo o una tipa. Es que yo siempre tuve poco busto, con la espalda muy ancha.
Ahora tengo pelos por todos lados, en la espalda, en las piernas. La androgenizacion genital y de la garganta es muy dolorosa. Los huesos de la garganta cambian, te duele para tragar, no tragas igual. El clítoris crece, se te hace como un prepucio, los labios de la vagina bajan como un escroto. Llegas a tener un aparato genital masculino, pero mientras se va formando es muy doloroso. Duele si orinas, nadie te enseña como se asea. Uno huele completamente diferente. Me toca ponerme una inyección de hormonas al mes, de tratamiento, para toda la vida.
Tuve que aprender hacer el amor de nuevo, a masturbarme. Con cada inyección de hormonas masculinas sientes que te estas muriendo, los músculos se te ponen como cuando Hulk se va a convertir en Hulk. Las caderas se encogen, todo cambia. La piel se te vuelve menos sensible. Estoy 20 veces mas fuerte, voy a abrir un frasco de salsa, y lo rompo, porque no me doy cuenta de mi fuerza. Ahora no entiendo la música, pero estaciono mejor, ja, ja. No lo puedo describir, pero es distinto. Cuando te crían como niña, y después eres niño, tienes una sensibilidad hacia las mujeres mas desarrollada.
Mi vida sexual es normal: tengo erecciones, hay penetración, hay todo lo demás, aun cuando acabas distinto. Los hombres acabamos entre los riñones y el alma, porque el esfuerzo es brutal. El cambio ha sido difícil, pero cuando te ves en el espejo, y por fin te reconoces, es como si volvieras a nacer. He pensado operarme el pecho; más por complejo mío, que por lo que tengo en realidad. En los genitales no necesito nada. Claro, todos los años debería hacerme un examen ginecológico, pero explícame como entro al consultorio de un ginecólogo para que me examine.
Cargo encima un informe del endocrinólogo, una constancia en la que se explica que Josefina tiene un tratamiento con hormonas, y que logró la masculinización. Pero no puedo cobrar un cheque, no tengo cuentas en bancos, hace años que no renuevo mi licencia de manejar, no puedo renovar mi cedula, no he votado para evitar un mal rato. En estos días fui a hacer un poder en la notaria para los papeles de herencia, y me tuvieron una hora diciéndome señor, señora, chamo, chama. La rectificación de la partida de nacimiento no hace nada. Es mas fácil buscarte un escáner y hacerte una cedula falsa, y tratar de formar a alguien a partir de esa cedula, dándole derechos legales, mercantiles, civiles.
Hace años que no tengo pasaporte, y no lo he podido renovar; imagínate la vejación. Cuando eres transgénero no llegas ni siquiera a ser humano. Nosotros no tenemos porqué sentirnos como delincuentes si no hemos hecho nada. Somos médicos, abogados, científicos, que nunca vamos a dar la cara, porque nos costo mucho poderla tapar.
Cuando nací, hace 41 anos, me llamaron Josefina, pero en realidad soy José. Toda mi vida me he sentido hombre, aunque en algún momento no sabía qué era. Pensaba: bueno, cuando todo el mundo cruzó el lago, yo me quedé en el medio.
Fui muy mal estudiante, me enamoraba de mis amigas, de mi maestra, y no podía decir nada. Entonces me alejé de todo el mundo, y empecé a leer, tenia que leer, quería que alguien me contestara. En aquella época, llegó mi mamá con el librito para explicar de dónde vienen los niños, y uno no entendía nada.
Estudie en un colegio de monjas por 5 años. Había una muchacha de tercer año que me gustaba, y yo dije: “A mi me gusta esa muchacha”, y todo el mundo volteó la cara. Tenia 11 años cuando hablé con las monjas de lo que me pasaba, pero llamaron a mi papá y me botaron del colegio; ellas dijeron que una persona con tendencias desviadas y aberrantes no podía seguir allí. Lo confesé porque era verdad, pero a partir de ahí empezó otro problema. Senté a mi mamá y a mi papa, les dije que me gustaban las mujeres, y me llevaron a todos los médicos del mundo, psicólogos, psiquiatras; todo el mundo me decía que era lesbiana.
Un hombre entre otros hombres
Entonces vas a la otra etapa: empatarte con todo el mundo, pero la verdad es que terminaba siendo pana de la gente con la que me empataba. Era divertido irse con ellos, con mis novios, a jugar pelota. Así, paso un tiempo en que en la casa no hubo conflictos. Tuve un novio desde los 12 anos y medio hasta los 15 anos de edad, pero era más novio de mamá, que mío. Podíamos estar 20 horas sentados en el sofá, y no pasaba nada. Luego de varios anos de aquel martirio, le explique que quería a alguien con quien ir al cine, pero que me gustaban las mujeres. El muchacho me dijo que entendía todo, que él me amaba, que siguiéramos, pero le recalqué que entre nosotros nunca iba a pasar nada, aparte de tomarme la mano, y la relación terminó tortuosamente.
Visité un bar de ambiente, y sentí asco, pensé “esto no puede ser”. Llegó una mujer que me explicó: esto es un muchachito, o una mamita; y yo pensé que eran mujeres que estaban locas. Nunca sentí rabia hacia lo masculino, nunca me sentí lesbiana, mi identidad fue masculina. Busque entre los heterosexuales, y no era mujer, pero tampoco lo era entre los homosexuales. Después de ese día sentí que no era de ninguna parte. No me sentía lesbiana, pero me gustaban las mujeres.
Pase dos años solo y encerrado en mi casa. No salía con nadie. Mi familia pensaba que era un loco, un artista.
Closet sin faldas
Siempre fui muy andrógino. No me dejaba el cabello largo, no me echaba maquillaje, siempre andaba con mi blue jeans. Cuando tenía 7 años de edad, mi mamá me pregunto: “?por qué no tienes faldas en tu closet?. Me desapareció todos los pantalones, y me puso faldas. Pero en un carnaval me preguntaron de qué me quería disfrazar, y respondí que de príncipe, y fue mi mejor carnaval.
Mi mamá ya murió. Ella me entendió, pero no lo aceptó. Me decía “si, tienes bigote y barba, pero cuando yo di a luz, en la partida de nacimiento decía que tuve una niña, no un niño”. Yo le respondía “así tienes dos en uno, mamá”. Tengo mucho humor. Después de llorar solo, aprendí a reírme de mi mismo, antes de que la gente se burle de mí.
A los 25 años de edad conocí a mi esposa, que hoy vive conmigo. Mi papá se enteró de la relación de una manera fuerte: yo estaba besándola. Mi papá llegó y los tuve que presentar. Él dejó de hablarme por una semana, y luego me preguntó que si estaba besando a una mujer; le contesté que si, se puso de todos colores, y me respondió que entonces me quería más, que me iba a ayudar más porque era lesbiana.
Nuestro noviazgo duró ocho meses. Me fui de mi casa a vivir con ella; no porque estaba bravo con mi familia, sino porque no tenía el coraje de enfrentarme. Para mi esposa también fue difícil: ella salio de su casa, no con José, sino con Josefina.
Hormonas a ciegas
Comencé mi tratamiento a ciegas, tomando hormonas por mi cuenta, automedicado, buscando en libros de medicina. Mi esposa me dijo que si era importante para mí, que lo hiciera, y se empeñó en que buscara a un endocrinólogo. Cuando quieres masculinizarte, debes inyectarte hormonas. Las hormonas te van eliminando la menstruación.
Pase por varios médicos que me dijeron: “Yo no veo gente como tú”. Me miraban de arriba abajo como si fuera la peor escoria; es como si tuviera lepra, pero ni siquiera a los leprosos los tratan así. Me vio un endocrinólogo, y cuando me quité la ropa, me preguntó si era un tipo o una tipa. Es que yo siempre tuve poco busto, con la espalda muy ancha.
Ahora tengo pelos por todos lados, en la espalda, en las piernas. La androgenizacion genital y de la garganta es muy dolorosa. Los huesos de la garganta cambian, te duele para tragar, no tragas igual. El clítoris crece, se te hace como un prepucio, los labios de la vagina bajan como un escroto. Llegas a tener un aparato genital masculino, pero mientras se va formando es muy doloroso. Duele si orinas, nadie te enseña como se asea. Uno huele completamente diferente. Me toca ponerme una inyección de hormonas al mes, de tratamiento, para toda la vida.
Tuve que aprender hacer el amor de nuevo, a masturbarme. Con cada inyección de hormonas masculinas sientes que te estas muriendo, los músculos se te ponen como cuando Hulk se va a convertir en Hulk. Las caderas se encogen, todo cambia. La piel se te vuelve menos sensible. Estoy 20 veces mas fuerte, voy a abrir un frasco de salsa, y lo rompo, porque no me doy cuenta de mi fuerza. Ahora no entiendo la música, pero estaciono mejor, ja, ja. No lo puedo describir, pero es distinto. Cuando te crían como niña, y después eres niño, tienes una sensibilidad hacia las mujeres mas desarrollada.
Mi vida sexual es normal: tengo erecciones, hay penetración, hay todo lo demás, aun cuando acabas distinto. Los hombres acabamos entre los riñones y el alma, porque el esfuerzo es brutal. El cambio ha sido difícil, pero cuando te ves en el espejo, y por fin te reconoces, es como si volvieras a nacer. He pensado operarme el pecho; más por complejo mío, que por lo que tengo en realidad. En los genitales no necesito nada. Claro, todos los años debería hacerme un examen ginecológico, pero explícame como entro al consultorio de un ginecólogo para que me examine.
Cargo encima un informe del endocrinólogo, una constancia en la que se explica que Josefina tiene un tratamiento con hormonas, y que logró la masculinización. Pero no puedo cobrar un cheque, no tengo cuentas en bancos, hace años que no renuevo mi licencia de manejar, no puedo renovar mi cedula, no he votado para evitar un mal rato. En estos días fui a hacer un poder en la notaria para los papeles de herencia, y me tuvieron una hora diciéndome señor, señora, chamo, chama. La rectificación de la partida de nacimiento no hace nada. Es mas fácil buscarte un escáner y hacerte una cedula falsa, y tratar de formar a alguien a partir de esa cedula, dándole derechos legales, mercantiles, civiles.
Hace años que no tengo pasaporte, y no lo he podido renovar; imagínate la vejación. Cuando eres transgénero no llegas ni siquiera a ser humano. Nosotros no tenemos porqué sentirnos como delincuentes si no hemos hecho nada. Somos médicos, abogados, científicos, que nunca vamos a dar la cara, porque nos costo mucho poderla tapar.
Reportaje de: Vanessa Davies
(Fuente: fundacionreflejosdevenezuela.com)
1 comentario:
hola
JOSE
tu historia es la misma k me paso a mi tambien ,,la k le pasa a otros amigos k ,,siendo transgeneros no hacemos daño a nadie,,pero la sociedad muy cucufata nos maltrata vejandonos dia a dia,,ya deberiamos hacer algo ,para k nos respenten.
tienes razon como ir a un ginecologo yo lo tuve k hacer y no sabes ,me senti el peor de los mortales..
te felicito ,,gracias x compartir tu historia
un abrazo
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