El Diario de Ariel

Ariel es un amigo artista con Disforia de Género o Síndrome de Benjamín o más popularmente hablando: es transexual masculino. Un transexual masculino es aquella persona cuyo cerebro se formó con los caracteres propios del género masculino y los órganos reproductores del género femenino. Ariel ya se encuentra en Terapia de Reemplazo Hormonal - Mujer a Hombre (FTM), con lo cual pasa a denominarse transexual. Ariel es uno de los dos únicos transexuales masculinos en el Perú en un proceso hormonal, con mucha experiencia que compartir y mucha respuestas que absolver si te consideras transgénero o transexual masculino, si deseas que Ariel te ayude a despejar tus dudas comunícate por medio del Formulario de Contacto poniendo en asunto "Consulta Trans", necesitaremos que seas lo más concreto(a) y comprensible posible, si gustas puedes conservar el anonimato, las preguntas y respuestas serán publicadas en esta columna así como artículos escritos por el propio Ariel en los cuales podrás conocer a fondo el tema del transgenerismo y la transexualidad masculinas en el Perú.

Carta a quienes de una u otra manera quiero No guardo recuerdos anteriores a mis 8 años, tal vez porque recién a partir de esa edad tuve uso de razón… Recuerdo mi niñez con una sonrisa, me gustaba jugar a Batman y Robin con mi hermano, él era lo que yo quería ser, mi héroe, mi Batman y yo, el frágil, delicado y pequeño Robin. Sufrí de un soplo al corazón y arritmia que aún me acompaña y mis carreras, peleas, juegos de niño, tuvieron que aquietarse. Suplí los vacíos de los juegos con un lienzo y pinceles, amaba pintar, cantar, soñar… Sí, soy un soñador y eso me ayudó a sobrevivir cuando un día mi madre me dijo que no usaría la bicicleta que me regalara una tía, porque no debía dañar mis piernas, porque una niña debía cuidarse… Niña… No tenía clara la diferencia que existía entre mi hermano y yo, yo era de estatura más pequeña, de facciones muy finas y huesos frágiles, pero quería correr igual que él y mecharme con los patas y ganar alguna vez una pelea y usar jeans y polos en lugar de vestidos y cortar mi cabello y no tener que llevarlo tan peinado, recogido en dos colas. “Eres linda” me decían, me miraba al espejo mucho, trataba de encontrar desesperadamente esa belleza, trataba de gustarme a mi mismo y me repetía “Sí, lo soy” pero el esfuerzo era inútil, yo no quería ser linda, quería mis rodillas rotas y mi cara sucia, quería rodar por el piso jugando canicas, quería patear bien una pelota. Me aislaba horas pintando, perdiéndome en mi imaginación en cada uno de los juegos que “no debía jugar” volaba, tenía alas fuertes, irrompibles y a pesar de no poder evitar mirar el espejo y buscarme, podía sonreír y cantar y de cierta forma, mi ingenuidad y mi ignorancia de la vida lograban mi felicidad. Pero el tiempo fue pasando y crecí, a los 11 años mi cuerpo empezó a tomar otra formas y el dolor del pecho creciendo, no me permitía aislarme tan fácilmente, quise evitarlo, ajusté mi pecho muchas veces, pero las madres cuidan esos detalles en las hijas y mi madre no fue la excepción. A esa edad mi guardarropas no contaba con pantalones como los de mis hermanas, por alguna razón no me los compraban y yo sonreía ante cada vestido y agradecía a mis padres el esfuerzo hecho por mi… Nunca me atreví a pedir, nunca me sentí en el derecho de juzgar sus decisiones, nunca les dije “no me gusta”. Fui feliz el día que una tía me regaló mi primer corte de cabello en “Los Divinos”, nunca olvidaré el momento de mirar al espejo y ver mi cabello muy corto y divisar de pronto algo de esa belleza física que podría tal vez existir algún día en mi. Nunca olvidaré mi primer gran amor, a esa edad me enamoré de quien amaría para siempre en silencio, una niña que siendo mayor que yo, nunca supo mis sentimientos, yo era su cómplice, su compañía, testigo de su crecimiento y sus “amores” hasta el día en que ya con veintitantos años, la vida nos separó para siempre pues yo nunca sería el hombre que ella buscaba y que yo soñaba ser. Pasaron los años y con ellos llegó la realidad, el conocimiento pleno de mi sexualidad física, la certeza de ver mis sueños destruidos, la aceptación del silencio para siempre, del llanto oculto en la almohada, la desesperación por sentir, por llegar algún día a gustarme en el rol que la naturaleza había destinado para mi. A los 17 años acepté el primer beso de un chico y aunque me diera asco, decidí seguir intentándolo. ¿Por qué? Mi padre padecía del corazón y mi madre nos decía cuando alguno hacía algo que no debía “Vas a matar a tu padre” y yo lo amaba por sobre todo, por sobre los sueños, por sobre mi mismo y no sería capaz de hacerle daño, prefería morir en vida antes de decirle “Soy hombre” “Aquí hay un error”, antes de causar su pena o su muerte y así lo escogí, maté mis sueños, guardé a Robin en un cofre de oro dispuesto a no mirar dentro de él, guardé los personajes que alguna vez interpreté en fonomímicas sintiéndome pleno con sombra de bigote, con el pecho aplastado y terno… Guardé mi vida, mi identidad, mi masculinidad y empecé una carrera por lograr el personaje perfecto, la actriz, la deseada, la maquillada, la de los tacones altos, la mujer. Sí, aprendí a caminar perfectamente contoneando las caderas, a tomar el cigarrillo con delicadeza, a sentarme cruzando las piernas, a reír seductoramente femenina, a fingir. Era artista, recibía flores en el camerino del teatro, recibía cartas de admiradores y las destrozaba con rabia y regalaba las flores cuando no iban a parar a un basurero, pero salía sonriendo del camerino, con una sonrisa superior, orgullosa, vanidosa, con una sonrisa mezcla de dureza y resignación. Y salía a buscar que la piel reaccionara y aceptara una caricia de mano masculina, a pesar de mirar a cuanta mujer pasara a mi lado. No, nunca fui lesbiana, no concebía, no concibo un acercamiento sexual entre mujeres, cada uno sabe lo que es y lo que no es y no sería capaz de juzgar el gusto de nadie, pero simplemente no es el mío, antes de estar sexualmente con una mujer, yo tenía que ser hombre, porque en mis gustos soy heterosexual, a pesar de haber vivido muchos años en una condición homosexual desde mi punto de vista, condición que para los ojos de la sociedad y los de mis padres era heterosexual ya que mi cuerpo, mi sexo físico era femenino. Amé mucho a muchas personas, el alma, el amor no tiene género y yo aprendí a amar el alma de cada ser, a comprender las diferencias, a no discriminar, y amé a mi Padre por sobre todas las cosas y aún lloro su ausencia; y amé a cada uno de los seres que compartieron conmigo este camino que hoy cierro definitivamente. Amé y amo a quienes de una u otra manera me regalaron momentos de cariño, no imaginan cuanto los necesité para poder respirar, porque a pesar de todo lo malo que con alguno haya vivido, a pesar de tener claro que no fui para nadie lo que esperaba que fuera, a pesar de no lograr nunca sentirme mujer, esas caricias que recibí, eran un consuelo a tanta soledad, confusión y silencio, a tanta renuncia. No tenía otra opción más que conformarme y seguir agradeciendo “los vestidos” Tuve dos hijos, lo más sagrado de mi vida, amores que justifican todo lo pasado, amores que tal vez nunca lleguen a comprenderme, pero por los que lucharé a muerte, amores que nunca logré hacer felices por no poder ser la madre que otros niños tienen, amores que nunca hice felices, porque nunca supe lo que es ser completamente feliz, amores que tal vez pierda por pretender hoy ser yo mismo y poderme entregar sin máscaras. Soy transexual, un ser humano con síndrome de Disforia de género, un hombre FTM. No lo supe con certeza hasta hace muy poco tiempo relativamente, y cuando la información que llegó a mis manos me ayudó por fin a pesar de los años a comprender que no era el único bicho raro del mundo, que había una esperanza, decidí dejar de fingir, guardar en un cofre de hierro al personaje que cubrió mi cuerpo, mis años, mis sueños y abrir el cofre de oro para reencontrarme con Robin. Pido perdón a todos por mi silencio, no podía decir quien soy porque yo mismo no lograba definirlo en palabras, no podía matar a mi padre, no sabía como explicarlo sin herir, no sabía como caminar sin confundir, como vivir… Pido perdón por el daño que mi silencio causara a alguien y asumo toda culpa, hoy me muestro sin maquillajes, sin poses, sin etiquetas, tal como soy aún sabiendo que muchos me darán la espalda, quiero que sepan, que lo comprendo, que lo acepto y que igual los querré siempre. Hoy sé quien soy y como caminar, estoy en tratamiento hormonal y espero lograr ser quien debí ser al nacer, la transexualidad no se escoge, no es una opción sexual, es una condición con la que se nace, un divorcio entre el género real (cerebral) y el género sexual (físico) y no tiene nada que ver con las preferencias sexuales, si alguno de ustedes lo desea, los invito a leer un poco sobre el tema, hay mucha información en internet si se busca como lo que es "Disforia de género". La disforia de género se corrige físicamente, para ello llevo un tratamiento psicológico, psiquiátrico y endocrino y cuidaré cada detalle para que mis hijos crezcan rodeados de amor, de mi amor, con toda la información necesaria y el cuidado psicológico, para que sepan que no soy un bicho raro como yo mismo creí, tan solo un error de la naturaleza en lo físico, que gracias a Dios hoy tiene solución. Cambié mi nombre y mi imagen con los cambios de mi cuerpo, y estoy tramitando el cambio legal de nombre. Mi nombre hoy es Ariel, soy un hombre y aunque la ciencia no haya logrado aún la perfección en su totalidad, no puedo seguir viviendo en silencio. Si, reconozco mi miedo a la vida que aún no he caminado, pero prefiero el temor al camino que me toca vivir a seguir muriendo en vida. Intenten entender un poquito mi tristeza al escuchar que me tratan en femenino, si pueden, intenten por un momento imaginarse en mi situación, pido tan solo un poco de comprensión y respeto al ser humano que soy. Ariel