El 7 de noviembre de 1908, la Ley 801 permitió por primera vez el ingreso de las mujeres a las universidades peruanas, gracias a Trinidad María Enríquez Ladrón de Guevara, insigne luchadora peruana en pro de la educación de las mujeres. El pasado 7 noviembre se cumplieron 100 años de mujeres universitarias y mujeres profesionales. Fue un momento clave en la educación y sociedad peruana, que hasta ese momento sólo permitía a los varones ostentar títulos universitarios, como menciona Aida García Naranjo líneas abajo, "457 años de creación tiene la Universidad de San Marcos, el derecho de la mujer a realizar estudios universitarios 100".(GLP)
Por Aida García Naranjo Morales
Por Aida García Naranjo Morales
Programa de Género y Desarrollo Centro de Asesoría Laboral del Perú (CEDAL).

Sí, sobre todo para Trinidad María Enríquez Ladrón de Guevara, a quien todas las profesionales de hoy, así como las "cachimbas" y futuras postulantes, le deben la posibilidad de estudiar y optar un título universitario. Nacida en el Cusco, Trinidad tuvo el coraje de romper las barreras del oscurantismo e ingresar a la Universidad de San Antonio Abad en 1875, año que marca el fin de una larga noche en la lucha por la profesionalización de la mujer peruana.
La universidad no le abrió las puertas tan fácilmente. Recordemos que entonces no se permitía estudios superiores a mujeres, indios ni negros. A las mujeres no les estaba permitida ni la secundaria completa. El programa de estudios para ellas terminaba en el tercer año de media. Para poder completar su instrucción, Trinidad fundó un colegio en su domicilio, con docentes de primer nivel, quienes enseñaban Matemática, Filosofía, Lógica, Derecho Civil, Literatura, Historia, Música y Francés, este último curso dictado por un profesor apellidado Bougereau, quien había conocido en Venezuela a Simón Bolívar, fundador del Colegio Educandas del Cusco, donde estudió la pequeña Trinidad María.
La fundación del Colegio Superior fue como una herejía para la pacata sociedad de entonces, pues no era bien visto que las mujeres incursionaran en el campo de la ciencia y la cultura. Fue tanta la presión que ejercieron, esgrimiendo calumnias y llegando incluso a apedrear el local de enseñanza, que luego de tres años fue clausurado. Trinidad María Enríquez perdió una batalla pero ya había concluido la secundaria. Su brillo intelectual y esfuerzos por mejorar la condición de la mujer y de los trabajadores trascendían ya las fronteras continentales, especialmente en Sudamérica, donde otras mujeres se aprestaban a seguir sus pasos.
Jorge Basadre y Enrique González Carré ilustran el oscuro panorama en la historia de la educación peruana, de absoluta desventaja para la población femenina en su acceso a la escuela, y destacan como un hito trascendente el Reglamento de Instrucción Pública de 1855 por el que se faculta a la mujer a recibir instrucción media, así como el artículo único de la Ley Nº 801 de 1908, que "autoriza" que "las mujeres que reúnan los requisitos que la ley exige para el ingreso a las universidades de la República serán matriculadas en ellas, pudiendo optar los grados académicos y ejercer la profesión".
La dación de esta Ley no hubiera sido posible sin la persistencia de Trinidad, quien gestionó y obtuvo del gobierno de Pardo (1874) la autorización para ingresar a la universidad, debiendo rendir exámenes de revalidación. Así logró una hazaña sin precedentes en toda América: ingresar a la Facultad de Jurisprudencia.
En 1878 Trinidad María obtiene el Bachillerato en Jurisprudencia, más no el de abogada, por no estar permitido ese grado a las mujeres. El presidente Piérola le otorgó una autorización especial para que se graduara de abogada, pero Trinidad exigió que dicha autorización sea para todas las mujeres. Hubo de esperar hasta el 7 de noviembre de 1908, cuando el presidente Augusto B. Leguía promulgó la Ley 801.
Para entonces, Trinidad estaba muy enferma y no pudo optar el grado por el que tanto luchó. Sirva de paradoja el hecho que la universidad más antigua de América, San Marcos, ha cumplido 457 años de creación y el derecho de la mujer a realizar estudios universitarios solamente 100.
La historia nos enrostra la marginación de la mujer en siglos pasados, pero en la actualidad constatamos que, en Educación, todavía no termina de amanecer para las mujeres. La muestra está en los dos millones y medio de personas analfabetas, de las cuales un millón 300 mil son mujeres. En cuanto a las tasas de deserción escolar, las cifras son también desfavorables para las niñas con un 21.5%, frente a 18.8% de los niños (INEI).
Pero hay un campo que trasciende ampliamente el marco interno del sistema educativo formal y que explica por qué la doble condición de ser pobre y ser mujer son cómplices fundamentales de la discriminación educativa femenina. A la difícil situación económica de la población se suman elementos ideológico-culturales, cuya superación pasa por contrarrestar el mensaje que portan la tradición, los medios, la familia. Y esto no se transforma "desde arriba" sino, muy paulatinamente, desde el nivel del barrio, de la comunidad, de la familia.
(Fuente: Diario La República)
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