Transcrito de Diario16 - 24.09.2012
Por Verónica Ferrari.
El asesinato de una mujer no es un crimen pasional, no es un momento de
locura y de celos, el asesinato de una mujer es un crimen de odio, odio
hacia un ser que es considerado inferior, propiedad de los hombres y
objeto de intercambio, consumo, regalo y botín, por lo tanto, pasible de
dar muerte.
Ruth Sayas reveló hace pocos meses en “El valor de la verdad” que fue
infiel y que se había prostituido, entre otras cosas. Su novio estaba
presente. Hace dos días fue encontrada muerta.
Una mujer dice que hace con su cuerpo lo que le da la gana y todos
creen que ha mancillado el honor de un hombre, un hombre que se cree
dueño de esa mujer, un hombre que finalmente la mató porque en esta
sociedad machista ser asesino es mucho mejor que ser cachudo. La
autonomía y libertad de Ruth Sayas tuvo un precio: su muerte.
Los medios de comunicación justificarán este asesinato diciendo que
ella realmente humilló a su pareja, condenarán solamente al programa de
televisión y no cuestionarán la sociedad en la que vivimos, una sociedad
en la que casos como el de Ruth son pan de cada día:
Entre el 2009 y el 2011 fueron asesinadas 770 mujeres en el Perú. La
mayoría había denunciado violencia física y psicológica (cerca de 4 mil
denuncias al mes). Cada año se registran 3,250 víctimas de violencia
sexual en Lima, es decir, nueve mujeres violadas diariamente. La mayoría
de estas denuncias son de chicas entre los 14 y 17 años. La mayoría de
estas violaciones se da dentro de los hogares. No quiero imaginar la
cantidad de violaciones que se registran en otras regiones, no quiero ni
pensar en los casos que no se denuncian nunca.
Toda esta violencia hacia las mujeres no es reciente, es una práctica
social y cultural que se mantiene y perdura en el tiempo. Una práctica
avalada por un sistema político heterosexual que oprime a las mujeres y
las mantiene en espacios de sumisión abiertos a todas las
potencialidades de violencia, que las condena a vivir subsumidas bajo un
orden social machista, misógino y patriarcal que construye, produce y
mantiene relaciones de género desiguales que nos perjudican y destruyen.
Feminicidios, violaciones sexuales, embarazos no deseados, violaciones
correctivas, crímenes de odio, muerte por abortos inseguros, acoso y
chantaje sexual, lesbofobia, etc. Este perverso sistema sigue siendo el
mayor genocida de las mujeres. Cuestionarlo y transformarlo en todo
momento es nuestra lucha más radical.
(Verónica Ferrari es Linguista, Directora Ejecutiva del MHOL y Columnista de Diario 16)
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