Publicación original
Por Verónica Ferrari.
A través del tiempo las batallas culturales siempre han sido empujadas
por aquellos que veían sus derechos disminuidos y sus vidas amenazadas.
Las y los que eran discriminados se juntaban para, por un lado, incidir
en el Estado para que este proteja y garantice sus vidas, y, por otro,
salir a las calles a manifestar y hacer visible una situación de
injusticia. Un ejemplo es la lucha contra el racismo en EE.UU. que
generó el movimiento por los derechos civiles a partir de la chispa
iniciada por Rosa Parks.
Las mujeres emprendieron la misma lucha para poder tener los derechos
que se les negaba por el mismo prejuicio que motivaba el racismo: la
inferioridad, en este caso no por “raza” sino por género. Voto, estudios
y más fueron ganados gracias a que muchas mujeres salieron a las calles
para provocar cambios, mientras otras incidían en el aparato estatal.
Estas luchas han sido largas y han dado frutos. Ahora se rechaza todo
aquello que niegue la humanidad o la ciudadanía de afros y mujeres. Los
gobiernos diseñan políticas que hacen sostenibles estas vidas, con
límites, con ausencias, pero las hacen, y la sociedad civil está
vigilante a que estas políticas se cumplan y, con el tiempo, mejoren. A
pesar de estas luchas, el racismo sigue operando en la práctica, aunque
el discurso se haya hecho más sutil, y las mujeres siguen luchando
contra el machismo.
No sucede lo mismo con lesbianas, gays, trans y bisexuales (LGTB). Ser
machista o racista es mal visto o al menos existe un castigo social,
pero ser homofóbico es tácitamente aprobado y, por lo tanto, reforzado.
Las luchas de las organizaciones LGTB son las más atacadas por las
iglesias católica y evangélica, y por la desidia y homofobia estatal.
Mientras Latinoamérica avanza, el Perú sigue siendo uno de los países
más atrasados en derechos para nosotros. Hay avances en Argentina,
Colombia y Uruguay: matrimonio igualitario, uniones civiles, identidad
de género. En Bolivia y Ecuador, Constituciones que incluyen a la
orientación sexual como categoría protegida. En Chile, una ley contra
todo tipo de discriminación. En el Perú, nada.
Si la batalla legal es larga, la batalla cultural es urgente. Por eso
estos espacios son importantes: la falta de información sobre las
personas LGTB solo fortalece la homofobia. Nuestra presencia en medios
de comunicación da cuenta de que la sociedad peruana está lista para
avanzar y reconocer los derechos de todas y todos. Solo faltan más
chispas de libertad. Esta columna quizás es una de ellas.
(Verónica Ferrari es Linguista, Directora Ejecutiva del MHOL y Columnista de Diario 16)
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