(Por Irene Hernández Velasco).- Homosexual, comunista, paria, católico, rebelde, mártir Todo eso, y mucho más, fue Pier Paolo Pasolini, el prolífico cineasta y escritor italiano asesinado brutalmente a golpes el 2 de noviembre de 1975 por un joven chapero al que intentó violar, según reza la muy cuestionada versión oficial. Sin embargo, pocos saben que Pasolini no sólo tuvo una muerte violenta, sino también una infancia brutal.
El autor creció viendo cómo su padre, un oficial fascista, maltrataba sistemática y ferozmente a su madre, por quien Pasolini sentía absoluta devoción. Aquél fue un infierno que marcó profunda e indeleblemente la vida y la obra de uno de los más reverenciados intelectuales italianos del siglo XX y, sobre todo, su relación con el poder.
Eso es, al menos, lo que sostiene Maria Laura Gargiulo en El anti-títere. Pasolini y los motivos del disenso, un libro que acaba de ver la luz en Italia de la mano de la editorial Edilet.Es verdad que esta nueva biografía de Pasolini, la enésima que se escribe sobre el autor de Teorema y Saló o los 120 días de Sodoma, no descubre material inédito ni revela datos desconocidos sobre el artista. Pero, definitivamente, contempla a Pasolini desde una óptica distinta, en la que su infancia desgarradora adquiere un enorme protagonismo. Sobre todo, a la hora de explicar la feroz contraposición al poder de la que el cineasta y escritor hizo gala durante sus 53 años de vida.
La niñez de Pasolini, según la investigación realizada por Maria Laura Gargiulo, estuvo marcada por dos figuras contrapuestas: la de un padre/carnicero y la de una madre/víctima. La madre se llamaba Susana Colusi, era maestra de profesión, procedía de una modesta familia de agricultores de Friuli y tenía un carácter dulce y afable. El padre, por su parte, era un oficial fascista, pertenecía a la rancia burguesía de Rávena, era miembro de una familia pudiente y respondía al nombre de Carlo Alberto. Era un tipo extremadamente autoritario, alcohólico, entregado a los juegos de azar y que un día sí y otro también le montaba a su esposa terribles números que invariablemente acababan con insultos y agresiones.
«Aquellas escenas hicieron nacer en mí el deseo de morir», confesaría el propio Pasolini en una entrevista en 1971. «Ha sido la pesadilla de mi vida. Todas las tardes esperaba con terror la hora de la cena sabiendo que ocurriría una escena».
Ante aquellos arranques de violencia, Pasolini muy pronto comenzó a mirar a su padre con enormes dosis de odio y de rencor. «Eramos grandes enemigos. Nuestra animadversión formaba parte del destino, estaba fuera de nuestro control», reflexionaría ya de adulto, en un intento por explicarse el odio visceral que sentía hacia su padre y que consideraba inevitable, jamás como el fruto de una elección.
Y al revés: Pasolini desarrolló hacia su progenitora un amor que Maria Laura Gargiulo no duda en calificar de «excesivo».«Su presencia física, su modo de ser, de hablar, su discreción y su dulzura subyugaron toda mi infancia», escribió de ella.Hasta el punto de que la biógrafa insinúa una posible relación entre la homosexualidad de Pasolini y la descomunal admiración que sentía hacia su madre, que le habría impedido plantearse siquiera la posibilidad de encontrar una mujer a su altura.Eres insustituible. Por eso está condenada / a la soledad la vida que me has dado, se lee en el poema Súplica a mi madre.
Era tal la devoción que Pasolini sentía hacia su madre que incluso la veía con ribetes de santidad. Prueba de ello es que en la película El Evangelio según San Mateo (1964) Pier Paolo rebautizó a la madre de Cristo con el nombre de su propia madre: Susana.Y tampoco es casualidad que fuera a su madre a quien Pasolini invocara para soportar el momento más oscuro y gris de su vida, cuando fue expulsado de manera humillante del Partido Comunista Italiano y puesto de patitas en la calle del instituto en el que se ganaba la vida dando clases como profesor a raíz de la denuncia que en octubre de 1949 le señalaba como corruptor de menores y autor de actos obscenos en público.
«Otro en mi lugar se quitaría la vida. Desgraciadamente yo no puedo hacerlo, debo vivir para mi madre», afirmó el intelectual en la amarga carta enviada a Ferdinando Mautino en respuesta a la columna que éste publicó en L'Unità (el periódico oficial del Partido Comunista Italiano) tras la expulsión de Pasolini por «indignidad moral», y en la que calificaba la homosexualidad de «degeneración burguesa».
Además es muy probable que el hecho de que Guido, el único hermano del cineasta, muriera como partisano en 1945 -con sólo 20 años tras alistarse en las filas de la Resistencia- no hiciera sino que robustecer el ya de por sí fuerte ligamen entre Pasolini y su madre. De la misma manera, los frecuentes cambios de domicilio de la familia durante los primeros años de vida de Pasolini también podrían haber contribuido a intensificar esa relación.
LA HUIDA A ROMA
Pero Pasolini no fue un testigo mudo del violento drama entre su madre y su padre. «A pesar de ser sólo un niño, tomó partido, posicionándose a favor del débil y en contra del opresor», señala Maria Laura Gargiulo. De hecho en 1950, con 28 años, un día ya no pudo aguantar más: cogió a su madre, la arrancó del hogar familiar en Casarsa y se la llevó a Roma, huyendo ambos del padre maltratador.
«Tú no sabes a qué se ha visto reducida mi madre. No puedo soportar verla sufrir de este modo deshumano e indecible. He decidido llevármela mañana mismo a Roma, sin que lo sepa mi padre, y dejarla al cuidado de mi tío», refería en una carta a su amiga Silvana Mauri. Hui con mi madre y una maleta y unas cuantas joyas que resultaron ser falsas, / en un tren tan lento como un mercancías / por la llanura friulana cubierta por una capa de ligera y dura nieve. / Ibamos hacia Roma. / Habíamos abandonado a mi padre / junto a una estufa de pobres, / con su viejo gabán militar / y sus horribles furias de enfermo de cirrosis y síndromes paranoides, escribiría después en un poema.
Sin embargo, Pasolini siempre vivió con culpabilidad el profundo desprecio y resentimiento que sentía hacia su padre. «El que fuera un fascista es una coartada con la que muchas veces he justificado mi odio, injusto, por aquel pobre hombre. Pero debo decir que aún siento ese odio, horrendamente mezclado con compasión», escribió en su poema autobiográfico Who is me. Poeta de las cenizas. De hecho, y quizás en un intento por sacudirse el sentimiento de mala conciencia que siempre le generó el aborrecer a su padre, Pasolini dedicó a su progenitor su primer libro, Poesías en Casarsa (1942). Aunque se trataba de una gentileza envenenada y repleta de desafío y provocación: el libro estaba escrito en dialecto friuliano, la lengua que hablaba la familia de su madre y que su padre, como buen fascista, despreciaba profundamente.
DEFENSOR DE LOS DEBILES
Lo que Maria Laura Gargiulo no duda en asegurar es que la contraposición entre el padre violento y la madre torturada marcó profundamente a Pier Paolo Pasolini, condicionando su compromiso de defender a los débiles y de enfrentarse a los poderosos y dar la cara por los oprimidos. Tanto en el terreno político e ideológico como en el artístico. «Pasolini hizo determinadas elecciones influido por la infancia terrible que tuvo y por la relación con su padre. El hecho de que desde muy joven comenzara por ejemplo a militar en partidos de izquierdas se explica sobre todo en su necesidad de estar junto a las víctimas y de ayudarlas», asegura Gargiulo a Crónica.
El propio Pasolini era consciente de cómo el odio profundo hacia su padre había condicionado en gran medida su personalidad y su trayectoria humana y artística. «Había entre nosotros enormes diferencias de ideología, de carácter ( ). Yo, quizás de manera inconsciente, era profundamente enemigo suyo, y él inconscientemente era profundo enemigo mío, pero en realidad fue él el que me empujó a tomar la carrera que he tomado», desveló en una ocasión.
De lo que nadie podrá acusar nunca a Pasolini es de tratar de justificar sus faltas, errores o elecciones como adulto en la infancia terrible que sufrió. El propio artista se ocupó de cargar sobre sus hombros con todo el peso de la culpa. «Los hijos que no se liberan de las culpas de los padres son infelices: y no hay signo más decisivo e imperdonable de la culpabilidad que la infelicidad.
Sería demasiado fácil y, en sentido histórico y político, inmoral, que los hijos fueran juzgados -en aquello que tienen de feo, de repelente, de deshumano- por el hecho de que sus padres se equivocaran. La herencia paterna negativa les puede justificar por una mitad, pero de la otra mitad son responsables ellos mismos.No existen hijos inocentes». Palabra de Pier Paolo Pasolini.
Biografía. «El anti-títere. Pasolini y los motivos del disenso», publicada en Italia.
(Fuente: elmundo.es)
El autor creció viendo cómo su padre, un oficial fascista, maltrataba sistemática y ferozmente a su madre, por quien Pasolini sentía absoluta devoción. Aquél fue un infierno que marcó profunda e indeleblemente la vida y la obra de uno de los más reverenciados intelectuales italianos del siglo XX y, sobre todo, su relación con el poder.
Eso es, al menos, lo que sostiene Maria Laura Gargiulo en El anti-títere. Pasolini y los motivos del disenso, un libro que acaba de ver la luz en Italia de la mano de la editorial Edilet.Es verdad que esta nueva biografía de Pasolini, la enésima que se escribe sobre el autor de Teorema y Saló o los 120 días de Sodoma, no descubre material inédito ni revela datos desconocidos sobre el artista. Pero, definitivamente, contempla a Pasolini desde una óptica distinta, en la que su infancia desgarradora adquiere un enorme protagonismo. Sobre todo, a la hora de explicar la feroz contraposición al poder de la que el cineasta y escritor hizo gala durante sus 53 años de vida.
La niñez de Pasolini, según la investigación realizada por Maria Laura Gargiulo, estuvo marcada por dos figuras contrapuestas: la de un padre/carnicero y la de una madre/víctima. La madre se llamaba Susana Colusi, era maestra de profesión, procedía de una modesta familia de agricultores de Friuli y tenía un carácter dulce y afable. El padre, por su parte, era un oficial fascista, pertenecía a la rancia burguesía de Rávena, era miembro de una familia pudiente y respondía al nombre de Carlo Alberto. Era un tipo extremadamente autoritario, alcohólico, entregado a los juegos de azar y que un día sí y otro también le montaba a su esposa terribles números que invariablemente acababan con insultos y agresiones.
«Aquellas escenas hicieron nacer en mí el deseo de morir», confesaría el propio Pasolini en una entrevista en 1971. «Ha sido la pesadilla de mi vida. Todas las tardes esperaba con terror la hora de la cena sabiendo que ocurriría una escena».
Ante aquellos arranques de violencia, Pasolini muy pronto comenzó a mirar a su padre con enormes dosis de odio y de rencor. «Eramos grandes enemigos. Nuestra animadversión formaba parte del destino, estaba fuera de nuestro control», reflexionaría ya de adulto, en un intento por explicarse el odio visceral que sentía hacia su padre y que consideraba inevitable, jamás como el fruto de una elección.
Y al revés: Pasolini desarrolló hacia su progenitora un amor que Maria Laura Gargiulo no duda en calificar de «excesivo».«Su presencia física, su modo de ser, de hablar, su discreción y su dulzura subyugaron toda mi infancia», escribió de ella.Hasta el punto de que la biógrafa insinúa una posible relación entre la homosexualidad de Pasolini y la descomunal admiración que sentía hacia su madre, que le habría impedido plantearse siquiera la posibilidad de encontrar una mujer a su altura.Eres insustituible. Por eso está condenada / a la soledad la vida que me has dado, se lee en el poema Súplica a mi madre.
Era tal la devoción que Pasolini sentía hacia su madre que incluso la veía con ribetes de santidad. Prueba de ello es que en la película El Evangelio según San Mateo (1964) Pier Paolo rebautizó a la madre de Cristo con el nombre de su propia madre: Susana.Y tampoco es casualidad que fuera a su madre a quien Pasolini invocara para soportar el momento más oscuro y gris de su vida, cuando fue expulsado de manera humillante del Partido Comunista Italiano y puesto de patitas en la calle del instituto en el que se ganaba la vida dando clases como profesor a raíz de la denuncia que en octubre de 1949 le señalaba como corruptor de menores y autor de actos obscenos en público.
«Otro en mi lugar se quitaría la vida. Desgraciadamente yo no puedo hacerlo, debo vivir para mi madre», afirmó el intelectual en la amarga carta enviada a Ferdinando Mautino en respuesta a la columna que éste publicó en L'Unità (el periódico oficial del Partido Comunista Italiano) tras la expulsión de Pasolini por «indignidad moral», y en la que calificaba la homosexualidad de «degeneración burguesa».
Además es muy probable que el hecho de que Guido, el único hermano del cineasta, muriera como partisano en 1945 -con sólo 20 años tras alistarse en las filas de la Resistencia- no hiciera sino que robustecer el ya de por sí fuerte ligamen entre Pasolini y su madre. De la misma manera, los frecuentes cambios de domicilio de la familia durante los primeros años de vida de Pasolini también podrían haber contribuido a intensificar esa relación.
LA HUIDA A ROMA
Pero Pasolini no fue un testigo mudo del violento drama entre su madre y su padre. «A pesar de ser sólo un niño, tomó partido, posicionándose a favor del débil y en contra del opresor», señala Maria Laura Gargiulo. De hecho en 1950, con 28 años, un día ya no pudo aguantar más: cogió a su madre, la arrancó del hogar familiar en Casarsa y se la llevó a Roma, huyendo ambos del padre maltratador.
«Tú no sabes a qué se ha visto reducida mi madre. No puedo soportar verla sufrir de este modo deshumano e indecible. He decidido llevármela mañana mismo a Roma, sin que lo sepa mi padre, y dejarla al cuidado de mi tío», refería en una carta a su amiga Silvana Mauri. Hui con mi madre y una maleta y unas cuantas joyas que resultaron ser falsas, / en un tren tan lento como un mercancías / por la llanura friulana cubierta por una capa de ligera y dura nieve. / Ibamos hacia Roma. / Habíamos abandonado a mi padre / junto a una estufa de pobres, / con su viejo gabán militar / y sus horribles furias de enfermo de cirrosis y síndromes paranoides, escribiría después en un poema.
Sin embargo, Pasolini siempre vivió con culpabilidad el profundo desprecio y resentimiento que sentía hacia su padre. «El que fuera un fascista es una coartada con la que muchas veces he justificado mi odio, injusto, por aquel pobre hombre. Pero debo decir que aún siento ese odio, horrendamente mezclado con compasión», escribió en su poema autobiográfico Who is me. Poeta de las cenizas. De hecho, y quizás en un intento por sacudirse el sentimiento de mala conciencia que siempre le generó el aborrecer a su padre, Pasolini dedicó a su progenitor su primer libro, Poesías en Casarsa (1942). Aunque se trataba de una gentileza envenenada y repleta de desafío y provocación: el libro estaba escrito en dialecto friuliano, la lengua que hablaba la familia de su madre y que su padre, como buen fascista, despreciaba profundamente.
DEFENSOR DE LOS DEBILES
Lo que Maria Laura Gargiulo no duda en asegurar es que la contraposición entre el padre violento y la madre torturada marcó profundamente a Pier Paolo Pasolini, condicionando su compromiso de defender a los débiles y de enfrentarse a los poderosos y dar la cara por los oprimidos. Tanto en el terreno político e ideológico como en el artístico. «Pasolini hizo determinadas elecciones influido por la infancia terrible que tuvo y por la relación con su padre. El hecho de que desde muy joven comenzara por ejemplo a militar en partidos de izquierdas se explica sobre todo en su necesidad de estar junto a las víctimas y de ayudarlas», asegura Gargiulo a Crónica.
El propio Pasolini era consciente de cómo el odio profundo hacia su padre había condicionado en gran medida su personalidad y su trayectoria humana y artística. «Había entre nosotros enormes diferencias de ideología, de carácter ( ). Yo, quizás de manera inconsciente, era profundamente enemigo suyo, y él inconscientemente era profundo enemigo mío, pero en realidad fue él el que me empujó a tomar la carrera que he tomado», desveló en una ocasión.
De lo que nadie podrá acusar nunca a Pasolini es de tratar de justificar sus faltas, errores o elecciones como adulto en la infancia terrible que sufrió. El propio artista se ocupó de cargar sobre sus hombros con todo el peso de la culpa. «Los hijos que no se liberan de las culpas de los padres son infelices: y no hay signo más decisivo e imperdonable de la culpabilidad que la infelicidad.
Sería demasiado fácil y, en sentido histórico y político, inmoral, que los hijos fueran juzgados -en aquello que tienen de feo, de repelente, de deshumano- por el hecho de que sus padres se equivocaran. La herencia paterna negativa les puede justificar por una mitad, pero de la otra mitad son responsables ellos mismos.No existen hijos inocentes». Palabra de Pier Paolo Pasolini.
Biografía. «El anti-títere. Pasolini y los motivos del disenso», publicada en Italia.
(Fuente: elmundo.es)
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