15 noviembre 2008

Sor Juana, la Décima Musa

La escritora nació el 12 de noviembre de 1648, según algunos, o de 1651. Se convirtió en dama de honor de Leonor de Carreto y favorita de las siguientes virreinas, la marquesa de Mancera y la condesa de Paredes, a quienes dedicará encendidos versos lésbicos.

En San Miguel Nepantla, un pueblito asentado a los pies de los volcanes, nació el 12 de noviembre de 1648, según algunos, o de 1651, según otros, una niña a la que pusieron por nombre Juana Inés. Desde muy pequeña aprendió a leer y en 1659 ganó un premio por una loa al Santísimo Sacramento.

En 1660 es enviada a casa de su tío Juan de Mata en la ciudad de México, donde en 1964 es recibida en el Palacio del Virrey, sitio que frecuentará en lo adelante, al convertirse en dama de honor de Leonor de Carreto y favorita de las siguientes virreinas, la marquesa de Mancera y la condesa de Paredes, a quienes dedicará encendidos versos.

En 1669 profesa en el convento de San Jerónimo. Allí tenía una celda de dos pisos que fue su refugio de creación y en punto de reunión de poetas, como su amigo Sigüenza y Góngora. Cultivó todos los géneros, sacros y paganos. Desde la lírica y el teatro hasta la epístola. Inmersa del espíritu barroco, es la máxima figura de las letras latinoamericanas del siglo XVII.

Pero su fama molestaba a tantos que fue obligada a despojarse de su biblioteca y de su colección de instrumentos musicales y científicos, y a renunciar a la literatura. Murió el 17 de abril de 1695.

Los textos que van a leer a continuación, pertenecen a sus Sonetos de amor y de discreción.

En que satisface un recelo con la retórica del llanto
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


Que explica la más sublime calidad del amor
Yo adoro a Lysi, pero no pretendo
que Lysi corresponda mi fineza;
pues si juzgo posible su belleza,
a su decoro y aprehensión ofrendo.
No emprender, solamente, es lo que emprendo:
pues sé que a merecer tanta grandeza
ningún mérito baste, y es simpleza
obrar contra lo mismo que yo entiendo.
Como cosa concibo tan sagrada
su beldad, que no quiere mi osadía
a la esperanza dar ni aun leve entrada:
pues cediendo a la suya mi alegría,
por no llegarla a ver mal empleada,
aun pienso que sintiera verla mía.


De una reflexión cuerda con que mitiga el dolor de una pasión
Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba;
y por ver si la muerte se llegaba,
procuraba que fuese más crecida.
Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro,
rendido el corazón daba penoso
señas de dar el último suspiro,
no sé con qué destino prodigioso
volví en mi acuerdo y dije: —¿Qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?

(Fuente: Anodis.com)

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