Publicamos ésta carta de una madre de un chico gay a la responsable de una columna del sitio www.vanguardia.com.mx:
QUERIDA ANA: Muchos de nosotros, los que nos consideramos “normales”, hemos criticado y hasta hecho sufrir a los homosexuales. Qué injustos somos. Yo me he dado cuenta de eso ya cuando estoy vieja y enferma y le escribo y por supuesto si quiere publicar mi carta; quien la lea, no cometa injusticias con esas personas, que pueden ser tan buenas y muchas veces más que otros.
Yo muchos años tuve esa actitud. Fui criada en una familia muy religiosa y de manera muy estricta y me negué a aceptar que mi hijo menor era homosexual, y desde luego que tuviera un “amigo”, por muchos años. Cuando mi hijo me enteró de sus preferencias sexuales, sentí que me moría, y con mi esposo, fue peor la cosa, pero finalmente lo aceptamos o nos hicimos de la vista gorda. También sus hermanos hicieron lo mismo cuando se dieron cuenta. Él se fue a vivir solo y entonces nos enteramos de que vivía con un “amigo” y entonces sí ardió Troya. Fue tan grave el problema que mi hijo tuvo que salir de la capital del país, que es donde vivíamos, para venir a vivir a esta ciudad, que aunque pequeña comparada con la Ciudad de México, ha sido un buen lugar para él.
Yo era tan obstinada que aún cuando mi esposo falleció, yo excluía de todos los eventos familiares a mi hijo, por temor a que quisiera llevar a su “amigo”. Esto causó problemas y confrontaciones muy desagradables por mucho tiempo, lo que ahora me duele mucho.
Sucedió que el año pasado empecé a ponerme enferma y los doctores dijeron que ya no podía vivir sola, pero Ana, de mis cinco hijos, ¿quién fue el único que se ofreció para que fuera a vivir con él? Pues fue mi hijo homosexual. Me dijo que su “amigo” le dijo que él con mucho cariño le ayudaría a atenderme y que procuraría que nada me faltara. Mis otros hijos (dos hombres y dos mujeres) se hicieron tontos y no ofrecieron nunca llevarme a vivir con ellos.
Así que renté mi casa con la ayuda de mi hijo y su amigo y me vine a vivir aquí con ellos. Después de vivir algunos meses en su compañía, comprendí que el amor y la compasión los ha mantenido unidos por tantos años, son tan válidos como los de cualquier pareja heterosexual.
Estoy enojada conmigo misma por la angustia y sufrimiento que hice pasar a mi hijo amoroso, que me cuida y trata de hacerme feliz cada día.
Ojalá que los padres que tengan hijos como el mío lo piensen mil veces antes de cometer los errores que yo cometí.
Gracias Ana, su columna me deleita cada día desde que llegué. La felicito y le pido que nunca deje de hacerla. Nos sirve mucho.
Orgullosa de su Hijo
QUERIDA ORGULLOSA DE SU HIJO:
¡Qué carta tan especial y tan llena de enseñanzas y de amor filia! Me da mucha alegría que sea feliz al lado de su hijo, que la ama tanto. Esta carta seguro que va abrir muchos ojos –y algunos corazones también. Gracias por ello.
Ana
(Fuente: vanguardia.com.mx)
QUERIDA ANA: Muchos de nosotros, los que nos consideramos “normales”, hemos criticado y hasta hecho sufrir a los homosexuales. Qué injustos somos. Yo me he dado cuenta de eso ya cuando estoy vieja y enferma y le escribo y por supuesto si quiere publicar mi carta; quien la lea, no cometa injusticias con esas personas, que pueden ser tan buenas y muchas veces más que otros.
Yo muchos años tuve esa actitud. Fui criada en una familia muy religiosa y de manera muy estricta y me negué a aceptar que mi hijo menor era homosexual, y desde luego que tuviera un “amigo”, por muchos años. Cuando mi hijo me enteró de sus preferencias sexuales, sentí que me moría, y con mi esposo, fue peor la cosa, pero finalmente lo aceptamos o nos hicimos de la vista gorda. También sus hermanos hicieron lo mismo cuando se dieron cuenta. Él se fue a vivir solo y entonces nos enteramos de que vivía con un “amigo” y entonces sí ardió Troya. Fue tan grave el problema que mi hijo tuvo que salir de la capital del país, que es donde vivíamos, para venir a vivir a esta ciudad, que aunque pequeña comparada con la Ciudad de México, ha sido un buen lugar para él.
Yo era tan obstinada que aún cuando mi esposo falleció, yo excluía de todos los eventos familiares a mi hijo, por temor a que quisiera llevar a su “amigo”. Esto causó problemas y confrontaciones muy desagradables por mucho tiempo, lo que ahora me duele mucho.
Sucedió que el año pasado empecé a ponerme enferma y los doctores dijeron que ya no podía vivir sola, pero Ana, de mis cinco hijos, ¿quién fue el único que se ofreció para que fuera a vivir con él? Pues fue mi hijo homosexual. Me dijo que su “amigo” le dijo que él con mucho cariño le ayudaría a atenderme y que procuraría que nada me faltara. Mis otros hijos (dos hombres y dos mujeres) se hicieron tontos y no ofrecieron nunca llevarme a vivir con ellos.
Así que renté mi casa con la ayuda de mi hijo y su amigo y me vine a vivir aquí con ellos. Después de vivir algunos meses en su compañía, comprendí que el amor y la compasión los ha mantenido unidos por tantos años, son tan válidos como los de cualquier pareja heterosexual.
Estoy enojada conmigo misma por la angustia y sufrimiento que hice pasar a mi hijo amoroso, que me cuida y trata de hacerme feliz cada día.
Ojalá que los padres que tengan hijos como el mío lo piensen mil veces antes de cometer los errores que yo cometí.
Gracias Ana, su columna me deleita cada día desde que llegué. La felicito y le pido que nunca deje de hacerla. Nos sirve mucho.
Orgullosa de su Hijo
QUERIDA ORGULLOSA DE SU HIJO:
¡Qué carta tan especial y tan llena de enseñanzas y de amor filia! Me da mucha alegría que sea feliz al lado de su hijo, que la ama tanto. Esta carta seguro que va abrir muchos ojos –y algunos corazones también. Gracias por ello.
Ana
(Fuente: vanguardia.com.mx)
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