25 abril 2014

Gonzalo Portocarrero - El Comercio: Geoarqueología de la homofobia

Transcrito del Diario El Comercio - 23.04.2014
Publicación original

Por Gonzalo Portocarrero
Sociólogo
Geoarqueología de la homofobia

La mayoría de los peruanos no están de acuerdo con el proyecto de unión civil presentado por el congresista Carlos Bruce. Con respecto a las cifras promedio, la desaprobación es más alta entre los sectores de menores recursos. Y, considerando el tema por regiones, la desaprobación es mayor en el centro, oriente y sur del país. Lima está muy cerca del promedio y, finalmente, en el norte la desaprobación es menor. Entonces el contraste más significativo es entre el norte, más liberal y anárquico, más criollo y mestizo; y el centro, el sur y el oriente, de mayor raigambre indígena, donde pesa más el tradicionalismo.

Pero tan interesantes como las diferencias por nivel económico y espacio geográfico son las que provienen de la edad y el género. La desaprobación femenina es significativamente menor y otro tanto ocurre con la población más joven. En contraste, son los hombres mayores el estrato poblacional donde la homofobia se encuentra más enraizada.

Si reuniéramos todas estas cifras, tendríamos que la homofobia tiende a ser mucho mayor en el caso de los hombres mayores de sectores populares que viven en las regiones de mayor influencia indígena. Y que tiende a ser menor en el caso de las mujeres jóvenes de los sectores más favorecidos en la región de mayor mestizaje criollo del país.
Esta es la situación en nuestro país. No tan mala como Irán, Arabia Saudí y Somalia, que sancionan la homosexualidad con la muerte. Pero en América Latina somos minoría, pues con Bolivia, Chile, Paraguay y Venezuela, somos el país donde el vínculo entre personas del mismo sexo no está legalmente protegido.

La resistencia es muy fuerte y resulta de la interiorización de un discurso que describe a la homosexualidad como una opción “escogida” que contraviene lo “natural” o el “plan de Dios”. La mujer y el hombre enfrentan posibilidades alternativas entre las que tienen que optar. El homosexual podría dejar de serlo si así lo decidiera. Mantener su “desviación” es una rebeldía que es síntoma de una voluntad “perversa” que debe ser reprimida y sancionada.

Para identificar los supuestos –lo no dicho– de este discurso, es necesario preguntarse: ¿por qué un hombre, o una mujer, habría de escoger el camino de la homosexualidad si este se encuentra tan plagado de dificultades? ¿Qué ventajas podría tener? Y la única respuesta posible es que la homosexualidad reporta más placer que la heterosexualidad. Por tanto, la “desviación” a lo “perverso” tendría como raíz la voluntad de obtener un goce ilegítimo, mayor que el normal.

En humor homofóbico, este discurso aparece sin tapujos. Se presenta al homosexual como disforzado y sin control sobre sí. Su pasividad, su falta de tensión muscular, hace que “pierda aire”, pues tiene la “huacha floja”. Si cae al agua, saldrán muchas burbujas. Se ha abandonado a su vicio. Como no tiene un compromiso con la moral, no se puede confiar en él. Su felicidad es una burla a los que se sostienen, más o menos heroicamente, en la opción heterosexual. Y, sobre todo, un pésimo ejemplo para los niños y niñas que, viendo la demoníaca alegría del homosexual, pueden decidirse por ese camino que implicaría el despoblamiento de la Tierra. Por tanto, los homosexuales deben ser persuadidos, por todos los medios, de volver al camino correcto. Tienen que asumir el sexo que la naturaleza o Dios les dio. Y, si se empeñan en desviarse, tienen que ser sancionados. Todo “hombre verdadero” debería despreciarlos e insultarlos. Y las leyes deberían considerar sanciones drásticas para quienes opten por este camino.

La intolerancia homofóbica nace del miedo a la homosexualidad, de la creencia de que es una opción más placentera que uno podría escoger si no hubiera un fuerte control social que actúe de manera disuasiva. Pero este miedo no tiene razón de ser, pues el placer homosexual no tiene que ser mayor que el heterosexual. 

Además, no es que el homosexual haya escogido sino que descubre, por lo general, aterrado, que su deseo apunta hacia su mismo sexo. La homofobia se basa en supuestos equivocados y termina siendo una escuela de intolerancia y de desprecio en la que se enseña que la realidad debe ser la que establecen quienes se sienten llamados a ser guardianes del orden. Es una posición que pertenece a la prehistoria de nuestra época que se define como aquella donde deben reinar los derechos humanos que son de todos y de cada uno.


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