27 octubre 2012

Feministas y la Teoría Queer

Artículo extraído de Acfilosofia

Por Editorial Acfilosofia
 
Al principio de la década de los noventa, una parte del feminismo lesbiano derivó hacia la Teoría Queer.

Judith Butler
Esta teoría cuestiona la consideración tradicional de los sexos, los géneros y la sexualidad como algo estable. Esta teoría parte de que la orientación sexual y la identidad sexual o de género son construidas socialmente. Por tanto, no hay papeles sexuales determinados biológicamente en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de representar uno o varios papeles sexuales. Esta teoría rechaza la separación de los individuos en categorías universales (homosexual- heterosexual, mujer-hombre), pues esconden un gran número de variaciones. Asimismo, esta teoría critica las clasificaciones propias de la psicología, la filosofía y la sociología que se basaban tradicionalmente en un único criterio de ordenación (la clase social, el sexo, la raza…) y sostiene que las identidades sociales son fruto de la interacción de múltiples criterios.

Judith Butler es una destacada representante de esta corriente, su pensamiento está muy influido por Foucault y los posmodernos. Según Butler, no sólo el género está construido socialmente, también la sexualidad es fruto de mecanismos discursivos y de poder. Butler rechaza que la identidad de género sea el aglutinante principal del movimiento feminista, dado que no puede mantenerse como fundamento de la unidad del movimiento una sola identidad. Advierte, además, que la identidad tiene como consecuencia la opresión, puesto que siempre lleva incorporada una dimensión normativa. La propuesta de Judith Butler es que esa posible "común identidad feminista" no gire en torno a uno solo de los aspectos que caracterizan al grupo de mujeres (la oposición masculino-femenino). La solidaridad feminista debe asumir que hay otros ejes de las relaciones de poder (clase, raza, etnicidad, etc) que configuran la "identidad" y hacen que sea totalmente inapropiada esta noción (identidad en singular) en su sentido tradicional.

Butler critica el uso que se hace de la categoría de género. Tomando como ejemplo las prácticas de las drag queeny del travestismo, construye su propia filosofía del género como representación o parodia. Según ella, el género es un marco normativo que obliga a actuaciones repetidas constantemente, de manera que termina produciendo la apariencia de ser algo natural. Así pues, el género es constituido por las mismas actuaciones genéricas- actuamos según lo que se considera adecuado con "lo femenino" o "lo masculino"-, no tiene ningún sentido ni fundamento más allá de las propias actuaciones o representaciones repetidas. Las metáforas teatrales tan usadas para significar el género, como papeles o roles sexuales, adquieren aquí especial importancia: el concepto de representación (performance)indica que el género es pura invención, mero guión que se ensaya, se representa y se repite hasta que nos lo llegamos a creer. Para Butler el drag o disfraz, instrumento para una parodia de géneros y sexos, supone un arma de lucha contra el patriarcado, al contribuir a difuminar las adscripciones tradicionales género-sexo, que deben ser desmanteladas; tal parodia sería un modo de subversión contra las normas genéricas.

Sheyla Jeffreys
Las teorías de Butler han sido objeto de numerosas críticas, sobre todo el supuesto potencial emancipatorio de la parodia de géneros y sexos distribuidos arbitrariamente. Sheyla Jeffreys alerta contra esta visión posmoderna, a la que considera "no feminista" y que tiene sus raíces en la corriente política conservadora de los ochenta. El género, al ser considerado mera apariencia que puede invertirse, queda despolitizado. Además, la inversión de los géneros del drag refuerza y lleva al límite los estereotipos más arcaicos de la masculinidad y la femineidad, aunque aparezcan sobre cuerpos del sexo que no "corresponde".

Donna Haraway
En los últimos años, Donna Haraway – Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (1991)- ha ofrecido una propuesta original, también muy influida por el posmodernismo. Como Judith Butler, Haraway considera que tanto el género como el sexo son construcciones culturales, dualismos que es necesario superar, de la misma manera que debe ser eliminado el binomio naturaleza-cultura. Retomando algunas de las ideas de Shulamith Firestone, Haraway sostiene que el desarrollo tecnológico ha de ser una fuerza liberadora. Para esta autora, la tecnología puede ser la base del cambio radical en las relaciones entre los sexos, que es el objetivo del pensamiento feminista.

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