La teoría queer es una hipótesis sobre el género que afirma que la orientación sexual y la identidad sexual o de género de las personas son el resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales.
Normalidad y anomalía
De acuerdo con ello, la teoría queer rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales como "homosexual", "heterosexual", "hombre" o "mujer", "Transexualidad" o "travestismo", las cuales considera que están sujetas a restricciones conceptuales propias de la cultura heterosexual, y sostiene que éstas realmente esconden un número enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural que las otras. Contra el concepto clásico de género, que distinguía lo "heterosexual" socialmente aceptado (en inglés straight) de lo "anómalo" (queer), la teoría queer afirma que todas las identidades sociales son igualmente anómalas.
Contra las clasificaciones tradicionales
La teoría queer critica las clasificaciones sociales de la psicología, la filosofía, la antropología y la sociología tradicionales, basadas habitualmente en el uso de un solo patrón de segmentación —sea la clase social, el sexo, la raza o cualquier otra— y sostiene que las identidades sociales se elaboran de manera más compleja como intersección de múltiples grupos, corrientes y criterios. (Papalia, 2001)
Historia
Antecedentes
Magnus Hirschfeld
Un precursor de los conceptos de la teoría queer fue el médico alemán Magnus Hirschfeld, cuyos trabajos de comienzos del siglo XX estuvieron dedicados a despejar la dicotomía entre homo y heterosexualidad desde una perspectiva biológica; a partir de 1908 publicó un Zeitschrift für Sexualwissenschaft en el que por primera vez le dio forma a la idea de travestismo, y estudió las diferentes articulaciones de los papeles sexuales en la sociedad de su época.
Los orígenes del movimiento queer son, por otra parte, diversos. El movimiento de gays y lesbianas, que podrían considerarse los más cercanos a los queers, no ha proporcionado ni los antecedentes teóricos ni el modelo de un compromiso político. Es quizá más correcto afirmar que el movimiento queer viene de la teoría queer y que ésta es heredera del feminismo.
Margaret Mead
Desde la antropología, estudios como el célebre ensayo de Margaret Mead Sex and Temperament in Three Primitive Societies (Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas), en el que la división sexual del trabajo y las estructuras de parentesco se analizan para explicar los distintos papeles de género de las etnias arapesh, mundugumor y tchambouli, ayudan a proporcionar material empírico que cuestionase la rígida diferenciación entre caracteres "femeninos" y "masculinos", documentando culturas en las que hombres y mujeres compartían por igual prácticas consideradas exclusivamente viriles en Occidente (como la guerra) y aún otras en que la distribución de las tareas domésticas y de los hábitos suntuarios eran exactamente inversas a las occidentales. Sus descripciones de los varones tchambouli, excluidos de las tareas prácticas y administrativas, y a los que se reservaban los hábitos del maquillaje y la decoración personal, fueron recibidos con escándalo por la sociedad de su época, al igual que su desmitificación de la pureza femenina a través de estudios de las prácticas sexuales infantiles y adolescentes de las arapesh.
Postestructuralismo
Sin embargo, el principal impulso para la teoría queer vendría de los estudios filosóficos y literarios, a través del grupo de autores asociados al llamado movimiento postestructuralista. La noción del decentramiento del sujeto -es decir, la idea de que las facultades intelectuales y espirituales del ser humano no son parte de su herencia biológica, aunque se funden en condiciones biológicas, sino el resultado de una multiplicidad de procesos de socialización, a través de los cuales se constituyen de manera sumamente diferenciada las nociones del yo, del mundo y las capacidades intelectuales para operar abstractamente con éste- proporcionó el impulso para estudiar no sólo los roles sociales de varón o mujer, sino también el reconocimiento que los individuos tienen de su propia condición masculina o femenina como productos histórico-sociales.
La mayor influencia en este sentido fue la Historia de la sexualidad, que Michel Foucault dejó inconclusa a su muerte, en la que se trataban críticamente hipótesis muy extendidas acerca de los impulsos sexuales, como la distinción entre la supuesta libertad concedida al deseo en el estado de naturaleza y la represión sexual ejercida en las civilizaciones avanzadas.
Por su parte, los estudios literarios -en especial los de Roland Barthes, Jacques Derrida, Julia Kristeva y sus seguidores- exploraron extensamente las formas en que una determinada distribución de tareas, atributos y roles entre los sexos se difunde a través de textos que simulan proporcionar nada más que una descripción de facto; la distinción que da nombre a la teoría, por ejemplo, opone tácitamente una forma "normal" de sexualidad -la pareja heterosexual estable- a otras consideradas anormales, sugiriendo que estas últimas son inadecuadas o perjudiciales.
Evolución hacia el fenómeno queer: feminismos, lesbianismos
Otra diferencia entre los movimientos queer y el movimiento LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) es que aquél no ha tenido precedente en el siglo XIX. Era, pues, necesario para los militantes gays y lesbianas elegir un modelo para su nuevo movimiento. Por una parte, el éxito de los movimientos de los negros norteamericanos les ha resultado atractivo. Por otra, aun cuando los queers están en general más próximos a los gays y lesbianas que a las feministas, muchas de sus raíces ideológicas se encuentran también en el feminismo norteamericano de los años 80. Antes de esa fecha, el feminismo, como otros movimientos similares, esperaba que el progreso social se produciría por un cambio de legislación.
Los argumentos para la aprobación de legislaciones progresistas se han fundado siempre en la comparación entre el grupo minoritario en cuestión y el ciudadano universal, es decir, el hombre rico y blanco. Por motivos diversos, varios movimientos han comenzado, desde los años 70, a oponerse a esta imagen de ciudadano universal, y a valorizar su propia capacidad de actuación o realización. Esta tendencia (marcadamente postmodernista) ha acelerado la ruptura entre el hombre y la mujer y ha esencializado lo que ha venido a constituirse en feminismo. Aparece, sobre todo, en el The Feminine Mystique, de Betty Friedan, creadora de NOW (Organización Nacional para Mujeres), que ha sido sin embargo acusada de ignorar a todas las mujeres que no eran blancas o de una clase social acomodada.
Esta ola de feminismo se situaba, pues, en la noción de diferencia, ya fuera la diferencia entre hombres y mujeres, ya fuera la conceptualización del sujeto y del objeto de varios fenómenos sociales (el discurso, el arte, el matrimonio, etc.). Sin embargo, este movimiento radical de la segunda ola del feminismo ha sido alterado por dos fenómenos ideológicos, ambos relacionados con cuestiones de sexualidad y de género. El primero fue la cuestión de las guerras de sexos (Sex Wars), que dividieron a las teóricas y militantes sobre el papel de la pornografía en la opresión de las mujeres.
La otra fisura se refiere a la presencia de lesbianas en las filas feministas y se conoce como Lavender Menace, nombre de un grupo informal de feministas lesbianas formado para protestar por la exclusión de lesbianas y reivindicaciones lesbianas del movimiento en el Segundo Congreso para la Unidad de las Mujeres, celebrado en mayo de 1970 en Nueva York.
Del mismo modo que los enemigos del feminismo utilizaban (y utilizan) con frecuencia contra sus argumentos la argumentación-acusación (evidentemente homofóbica) de lesbianismo (práctica conocida en inglés como lesbian baiting), una gran parte de las militantes mostraban su propia homofobia y se negaban a aceptar que algunas de ellas eran lesbianas.
Las lesbianas de la lavender menace manifestaban que ellas eran más feministas gracias a su alejamiento de los hombres, mientras que las feministas heterosexuales aducían que los papeles masculino/femenino (butch/fem) de las parejas lesbianas no eran sino copias del matrimonio heterosexual. Así pues, la homofobia atribuida a la segunda ola, su atención a las práctica sexuales, y sobre todo la división que todo ello produjo, condujo al nacimiento de la teoría queer a comienzo de los años 90.
Sobre la definición de la teoría
La teoría queer parte de la consideración del género como una construcción y no como un hecho natural y establece ante todo la posibilidad de repensar las identidades desde fuera de los cuadros normativos de una sociedad que entiende el hecho sexual como constitutivo de una separación binaria de los seres humanos; dicha separación estaría fundada en la idea de la complementariedad de la pareja heterosexual.
El adjetivo queer
La teoría queer, con su interés por las implicaciones de sexualidad y género se ha dedicado sobre todo a la exploración de estas implicaciones en téminos de identidad. La naturaleza provisional de la identidad queer implica una amplia discusión sobre la definición del adjetivo queer. Eve Kosofsky Sedgwick ha explorado esta dificultad de definición y señalado que, si bien el término cambia su significado según se aplique a uno mismo o a otro, "tiene la virtud de ofrecer, en el contexto de la investigación académica sobre la identidad de género y la identidad sexual, una novedad que implica etimológicamente un cruce de los límites sin referirse a nada en particular, lo cual deja la cuestión de sus denotaciones abierta a la controversia y la revisión" (Epistemology of the Closet).
La autodesignación de la identidad
Gracias a esa naturaleza efímera, la identidad queer, pese a su insistencia sobre la sexualidad y el género, podría aplicarse a todas las personas que alguna vez se han sentido fuera de lugar ante las restricciones de la heterosexualidad y de los papeles de género. Así, si una mujer se interesa en el deporte o un hombre en las labores domésticas, pueden ser calificados como queers. Por este motivo la mayor parte de los teóricos queer insiste en la autodesignación de la identidad. Junto al género, la identidad compone uno de los temas principales de la teoría, y eso incluye la investigación sobre la prostitución, la pornografía, las zonas oscuras de la sexualidad, etc. El vocablo, cuando se aplica a las prácticas sexuales, ofrece muchas más innovaciones que otros términos, como lesbiana o gay.
Cuando alguien se define como queer, es imposible deducir su género. Teresa De Lauretis, que fue la primera en emplear esa palabra para describir su proyecto teórico, esperaba que tuviera aplicaciones iguales para la sexualidad y la raza, la clase y otras categorías. Sin embargo, fuera de los ámbitos universitarios, cuando el término queer se refiere a la sexualidad, es más frecuentemente un sinónimo de gay y lesbiana, a veces de gay, lesbiana y bisexual y con menos frecuencia de gay, lesbiana, bisexual y transexual.
La cuestión transexual
La exclusión habitual de los transexuales de este uso popular puede deberse al hecho de que un transexual manifiesta unas relaciones desviadas respecto al género y la sexualidad. Muchos transexuales, inspirándose en la teoría queer en los niveles sexual y genérico, prefieren distinguirse de los transexuales tradicionales (los FtM y MtF, siglas inglesas de Female to Male y Male to Female, literalmente Hembra a Macho y Macho a Hembra, expresiones que reafirman el binarismo del género al cambiar de sexo sin otra reivindicación) utilizando las expresiones género queer y FtN o MtN (sustituyendo la segunda parte de la expresión por el adjetivo neutro). Las investigaciones queer sobre el género abarcan sobre todo las opciones desviadas del género (los transgéneros, los género-queer y los travestidos), así como la separación de género y sexo biológico. Partiendo de la afirmación de Simone de Beauvoir "no se nace mujer, se llega a serlo", Judith Butler ha sido la primera teórica queer en abordar esta separación entre género y sexo.
El miedo de la ciencia y la resistencia
La bióloga Anne Fausto-Sterling señala que el miedo a la confusión de los géneros impulsó a la ciencia y la medicina a buscar criterios irrefutables que establecieran el sexo anatómico y el género psicológico. Su trabajo cuestiona las intervenciones médicas que pretenden curar la disforia (malestar, inquietud) de género y el hermafroditismo. Además, la teoría queer se interesa en el parentesco y en las reivindicaciones identitarias en general. Judith Butler ha explorado el parentesco en su libro Antigone's Claim (La reivindicación de Antígona) y la identidad en The Psychic Life of Power (La vida psíquica del poder), en donde se ha propuesto explicar por qué se insiste en una reivindicación identitaria que puede poner a algunas personas en peligro (por provocar una violencia psíquica o física). Casi todos los trabajos que se proclaman queers comparten una resistencia teórica al esencialismo y a las pretensiones totalizadores, lo cual hace a la TQ y al término queer difíciles de describir.
Grietas en la teoría: universidad y anti-universidad
La práctica y el compromiso político desempeñan un papel mucho más importante en el trabajo que se produce fuera de la universidad. Al contrario de las teorías feministas, la teoría queer universitaria se interesa menos por las actitudes militantes, lo cual ha supuesto rupturas. La producción de textos queers no universitarios es abundante. Los zines y los blogs son abundantes en un movimiento que privilegia la auto-afirmación y la importancia de contar la propia historia. Los blogs han multiplicado el acceso de la audiencia transexual a las informaciones (e imágenes) precisas de los que se puede esperar de una transformación quirúrgica. Los textos más influyentes en la población queer desde los años 90 son, no obstante, los que provienen del medio popular.
En Queer Theory, Gender Theory (Teoría Queer, Teoría de Género), Riki Wilchins, transexual, elabora una refutación categórica de la teoría universitaria sobre los queers, señalando que trabaja siempre al estilo bottom-up y que los universitarios han robado la teoría queer a los queers populares. Esta opinión se extiende cada vez más entre los queers, que sienten que en los círculos universitarios se habla de ellos, pero no comprenden lo que se dice. Es posible que esa separación se deba al lenguaje muy elaborado de los teóricos queers universitarios (se acusa a Judith Butler de utilizar una escritura incomprensible), debido, según algunos, a un deseo de compensación de su estatus inferior dentro del mundo académico.
La autobiografía Stone Butch Blues, escrita por Leslie Feinberg, ha sido quizá la primera de un transexual. Este texto, muy influyente, no es solamente el relato del cambio de sexo de una persona: Feinberg muestra toda una ambivalencia hacia las identidades masculinas y femeninas y se mueve siempre en el espacio liminar del género y de la representación. En Trans Warriors, el mismo autor examina las percepciones corporales que se utilizan para determinar el género de una persona, incluidos los vestidos y las estructuras sociales que históricamente han estado abiertas o cerradas a la variación de género.
En un lenguaje muy claro y eficaz, Kate Bornstein utiliza un cuaderno de ejercicios (My Gender Workbook) para ayudar al lector a deconstruir sistemáticamente sus nociones de los papeles masculino y femenino, y ha sido el primer transexual en proponer el establecimiento de una categoría que reivindique la identidad queer o transexual en lugar de la del sexo adoptado.
Pat Califia, escritor y psiquiatra, ha publicado textos diversos, entre ellos novelas pornográficas, de ciencia ficción y una historia de transgéneros. Califia defiende la pornografía en la ciencia ficción, dos géneros criticados con frecuencia, en su opinión, a causa de las posibilidades que ofrecen en tanto que resistentes a la normativa sexual y genérica. Su trabajo Sex changes estudia la historia de los cambios de género a través de la biología, el psicoanálisis, la sociología y la política.
El papel de la biología
Categorías biológicas versus construcciones sociales
Algunos críticos de la teoría queer sostienen que algunas pruebas fisiológicas, genéticas y sociológicas, muestran que la orientación sexual y la clasificación sexual no pueden ser consideradas construcciones sociales y que varias características biológicas (algunas de las cuales son hereditarias) desempeñan un papel importante en la formación de la conducta sexual. En el presente, no parecen existir pruebas concluyentes en uno u otro sentido, si bien la comunidad científica parece esperar que el estudio del genoma humano y de otras especies aporte más luz al respecto.
Distintos comentaristas responden a estas afirmaciones haciendo ver que no todos los individuos son fácilmente clasificables como hombre o mujer, incluso atendiendo a fundamentos estrictamente biológicos. Por ejemplo, los cromosomas sexuales (X e Y) pueden existir en combinaciones atípicas (como en el síndrome de Klinefelter [XXY]). Esto obstaculiza el uso de los genotipos como medio para definir dos géneros exactamente distintos. Los individuos intersexuados pueden tener características sexuales ambiguas por distintas razones biológicas.
La cuestión de hasta qué punto la identidad sexual y la orientación sexual están fundamentadas en la biología es importante no sólo en la teoría queer, sino también, por ejemplo, en sexología.
Actualmente está bien aceptado que en la orientación sexual influyen determinantes ambientales y genéticos, aunque sean sólo de carácter correlacional, sin embargo no es posible aún discernir ninguna característica cualitativa o cuantitativa de este determinante genético. Esto pudiera interpretarse a favor de teorías ambientalistas como la TQ, especialmente en referencia a los estudios de antropología donde la sexualidad representa dinámicas sociales de poder al margen de la reproducción.
El doctor Money y el caso Reimer
En los primeros trabajos de la Universidad Johns Hopkins, el investigador John Money indicó que quedó impresionado por el argumento de que la identidad sexual es una conducta socialmente establecida, y utilizó para probarlo a David Reimer, de pocos meses, quien había sufrido una circuncisión mal practicada. En el experimento se le asignó una identidad femenina y una operación de adecuación de sexo, y bajo el nombre de Brenda fue criado por sus padres bajo esta nueva identidad. El experimento fue un completo fracaso. A los 20 años, después de años de terapia y varios intentos de suicidio, Brenda/David fue informado de todo y decidió realizarse una nueva intervención quirúrgica (esta vez una faloplastía). Finalmente, se suicidó antes de los cuarenta años.
Este caso ha dado lugar a muchos debates dentro de la teoría queer centrados tanto por su descripción de la reasignación del funcionamiento del género como por su calidad de tratamiento desastroso (y completamente innecesario) de un niño tan sólo porque sus genitales no se acomodaban a la idea "normal" de genitales. Se suele utilizar como ejemplo de cómo no tratar a personas con variaciones sexuales o de género.
En proyectos posteriores, John Money desarrolló importantes matices sobre los casos que conllevan una investigación acerca de la formación de la identidad de género de cualquier persona, aunque no ha vuelto a hablar del caso Reimer tras haberse sabido que durante años no lo había denunciado.
El porvenir de la teoría
Con la crítica de la teoría de la realización propuesta por Butler en Gender Trouble y el apaciguamiento de los grupos provocadores y de drag queens y drag kings, muchos teóricos se encuentran actualmente en un período de búsqueda de nuevos análisis de la resistencia queer
La mayor parte de ese trabajo se produce en ámbitos literarios, psicoanalíticos y lingüísticos, pero también en los dominios de la biología y de las ciencias sociales (incluso si, a causa de la ruptura entre la universidad y los ambientes populares, hay a priori prejuicios hacia los investigadores sociales).
Lee Edelman y otros ponen en relación la teoría queer y el psicoanálisis examinando las nociones lacanianas de construcción identitaria a través de la adquisición del lenguaje y el estadio del espejo. Según ellos, la conciencia de uno mismo procede más de la cultura y del lenguaje que de la biología. En su texto No future, Edelman se apoya también sobre el concepto foucaultiano del Bíopoder para examinar la resistencia de los queers a los sistemas sociales de reproducción (el matrimonio, la producción de niños). Anna Livia ha publicado un trabajo lingüístico (Pronoum Envy) sobre el uso queer del género gramatical en la literatura francesa.
Tras un decenio de elaboración de una teoría crítica, parece que una identidad queer comienza a asentarse. Existen, sin embargo, desacuerdos entre los teóricos que priman el estudio del género y los que se interesan más específicamente en la sexualidad, y entre los universitarios y anti-universitarios. Otra grieta, en fin, aparece entre las comunidades queers y las feministas llamadas de la segunda ola, la cual, con sus rupturas múltiples, ha mantenido sus fieles, aunque algunas reivindican una tercera ola del feminismo, mientras que otras afirman que la teoría queer ha provocado un post-feminisno.
Personalidades
El término "queer" aparece en textos teóricos desde por lo menos "Borderland/La Frontera" de Gloria Anzaldúa, de 1987. Ya el término "Teoría Queer" debe su primer uso a Teresa de Lauretis. Sin embargo, en 1994, ésta criticó la teoría queer estableciendo que no era más que una estrategia de márketing que "se había convertido rápidamente en un concepto vacío producto de las compañías publicitarias".
Destacan como influencias históricas de la teoría queer (entre otros): Gloria Anzaldúa, Audre Lorde, Monique Wittig, Jonathan Katz, Ester Newton, Andy Warhol, Roland Barthes, Jacques Lacan, John Money, Louis Althusser, Jacques Derrida. Pero los primeros que desarrollaron la teoría fueron Gayle Rubin, Kaja Silverman, D.A. Miller, Sue-Ellen Case, Douglas Crimp, John D'Emilio, Lee Edelman, Michel Foucault, Joan Scott, Simon Watney, Judith Butler, Eve Kosofsky Sedgwick, Leo Bersani, David Halperin, Michael Moon, Michael Warner y muchos otros.
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