(Anodis.com).- La aversión obsesiva hacia las personas homosexuales, como la Real Academia Española define la homofobia, está prohibida en México y los mensajes que la jerarquía católica ha enviado recientemente son homofóbicos y por lo tanto anticonstitucionales.
Del genocidio social la Iglesia católica en el tema de la homosexualidad ha pasado a la discriminación, o al menos ahora ese parece ser el discurso de la jerarquía católica que ya tuvo malentendidos en la prensa internacional.
A inicios del 2009, cuando en la agenda nacional vuelve a colocarse el tema de las familias, de inmediato el ataque a lo que llaman los religiosos “actos” y “prácticas” homosexuales u “homosexualismo” se enfatizó como uno de los males que hoy ya no hay que “combatir” sino ocultarlo, dejarlo “en privado, en las casas”.
Lejos quedó, al menos ante los medios, el discurso de la “curación o salvación” de los gays por políticamente incorrecto. Ahora, con el pretexto de la presunta crisis en todos los aspectos, asegura que la visibilidad de la diversidad sexual es uno de los males sociales que nos aquejan y un “componente que no es necesario para la sociedad”.
Hoy la Iglesia católica ha admitido que los homosexuales “han existido siempre” y ha sido cuidadosa en evitar señalar que se trata de una "enfermedad", afirmación falsa que antes utilizaba, para decir que es una experiencia “contraria a la identidad humana”.
Pero más allá de lo que podría considerarse un avance en el pensamiento católico, lo cierto es que su oposición a la homosexualidad permanece intacta y hoy es necesario recordarle a la Iglesia católica que en México la discriminación también es políticamente incorrecta y está prohibida.
En México, pese a los gobiernos de ideología conservadora, la Constitución no admite cualquier forma de discriminación, incluida la homofobia, concepto que hasta el propio presidente actual mexicano Felipe Calderón en la Conferencia Mundial de VIH Sida –Aids 2008-, celebrada hace cinco meses en el Distrito Federal, se comprometió a combatir.
Que la Iglesia católica llame para que las personas de la diversidad sexual se mantengan en casa porque de acuerdo a sus creencias su visibilidad “perjudica” a la sociedad, es ofensivo, soberbio, intolerante y tan absurdo como que las personas LGBT les soliciten a los sacerdotes no salir de las iglesias bajo el mismo argumento.
El reclamo a la jerarquía católica, al menos de parte de las personas con otra orientación diferente a la heterosexual, no debe estar centrado en la realización de su encuentro mundial, está en todo su derecho de efectuarlo; sino a su intención de querer imponer normas basadas en sus conclusiones teológicas a un Estado laico.
La presencia del presidente Felipe Calderón al acto inaugural no es el problema. Calderón Hinojosa, en su calidad de Ejecutivo tuvo que estar presente de la misma forma en la que participó en la Aids 2008, como invitado y no como participante.
Lo inadmisible es que el mandatario federal haya recordado en su discurso a “mi santo patrono” y haya señalado como líder de un país diverso y laico que extrañaba al Papa Benedicto XVI.
Con la reunión católica que convoca a cerca de 10 mil personas, el tema de las familias diversas aparece junto a las estadísticas que confirman una crisis pero no tanto de valores como la del modelo idealista de la Iglesia y de su falta de apego como institución a la realidad social.
Los católicos deben saber que los homosexuales no tienen la culpa de que una familia se desintegre, y en muchos casos la falta de aceptación a un gay por parte de sus padres y hermanos por principios religiosos es lo que provoca el distanciamiento de ésta.
El Vaticano y sus fieles deben saber que hay parejas del mismo sexo que en la actualidad le han dado un ambiente familiar a muchos niños que carecían de él.
Los promotores de la familia tradicional deben saber que la salida del closet de miles de gays fortalece las relaciones entre los integrantes de una familia y evita matrimonios disfuncionales que se crean para taparle el ojo al macho.
Mientras los religiosos se concentran en afirmar que el matrimonio es exclusivo para un hombre y una mujer, sin entender que la petición de gays tiene que ver más con el acceso a derechos de pareja y no con la espiritualidad de la unión, no hacen caso a la tendencia en la que más parejas jóvenes de heterosexuales deciden no casarse.
Muchos asuntos como éste tiene pendientes la Iglesia en relación con las familias, pero no con todas, sino solamente con la de sus fieles, las de nueve mil personas que acudieron al encuentro y las de miles más que son creyentes pese a su orientación sexual. No de nadie más.
(Fuente: Anodis.com)
Del genocidio social la Iglesia católica en el tema de la homosexualidad ha pasado a la discriminación, o al menos ahora ese parece ser el discurso de la jerarquía católica que ya tuvo malentendidos en la prensa internacional.
A inicios del 2009, cuando en la agenda nacional vuelve a colocarse el tema de las familias, de inmediato el ataque a lo que llaman los religiosos “actos” y “prácticas” homosexuales u “homosexualismo” se enfatizó como uno de los males que hoy ya no hay que “combatir” sino ocultarlo, dejarlo “en privado, en las casas”.
Lejos quedó, al menos ante los medios, el discurso de la “curación o salvación” de los gays por políticamente incorrecto. Ahora, con el pretexto de la presunta crisis en todos los aspectos, asegura que la visibilidad de la diversidad sexual es uno de los males sociales que nos aquejan y un “componente que no es necesario para la sociedad”.
Hoy la Iglesia católica ha admitido que los homosexuales “han existido siempre” y ha sido cuidadosa en evitar señalar que se trata de una "enfermedad", afirmación falsa que antes utilizaba, para decir que es una experiencia “contraria a la identidad humana”.
Pero más allá de lo que podría considerarse un avance en el pensamiento católico, lo cierto es que su oposición a la homosexualidad permanece intacta y hoy es necesario recordarle a la Iglesia católica que en México la discriminación también es políticamente incorrecta y está prohibida.
En México, pese a los gobiernos de ideología conservadora, la Constitución no admite cualquier forma de discriminación, incluida la homofobia, concepto que hasta el propio presidente actual mexicano Felipe Calderón en la Conferencia Mundial de VIH Sida –Aids 2008-, celebrada hace cinco meses en el Distrito Federal, se comprometió a combatir.
Que la Iglesia católica llame para que las personas de la diversidad sexual se mantengan en casa porque de acuerdo a sus creencias su visibilidad “perjudica” a la sociedad, es ofensivo, soberbio, intolerante y tan absurdo como que las personas LGBT les soliciten a los sacerdotes no salir de las iglesias bajo el mismo argumento.
El reclamo a la jerarquía católica, al menos de parte de las personas con otra orientación diferente a la heterosexual, no debe estar centrado en la realización de su encuentro mundial, está en todo su derecho de efectuarlo; sino a su intención de querer imponer normas basadas en sus conclusiones teológicas a un Estado laico.
La presencia del presidente Felipe Calderón al acto inaugural no es el problema. Calderón Hinojosa, en su calidad de Ejecutivo tuvo que estar presente de la misma forma en la que participó en la Aids 2008, como invitado y no como participante.
Lo inadmisible es que el mandatario federal haya recordado en su discurso a “mi santo patrono” y haya señalado como líder de un país diverso y laico que extrañaba al Papa Benedicto XVI.
Con la reunión católica que convoca a cerca de 10 mil personas, el tema de las familias diversas aparece junto a las estadísticas que confirman una crisis pero no tanto de valores como la del modelo idealista de la Iglesia y de su falta de apego como institución a la realidad social.
Los católicos deben saber que los homosexuales no tienen la culpa de que una familia se desintegre, y en muchos casos la falta de aceptación a un gay por parte de sus padres y hermanos por principios religiosos es lo que provoca el distanciamiento de ésta.
El Vaticano y sus fieles deben saber que hay parejas del mismo sexo que en la actualidad le han dado un ambiente familiar a muchos niños que carecían de él.
Los promotores de la familia tradicional deben saber que la salida del closet de miles de gays fortalece las relaciones entre los integrantes de una familia y evita matrimonios disfuncionales que se crean para taparle el ojo al macho.
Mientras los religiosos se concentran en afirmar que el matrimonio es exclusivo para un hombre y una mujer, sin entender que la petición de gays tiene que ver más con el acceso a derechos de pareja y no con la espiritualidad de la unión, no hacen caso a la tendencia en la que más parejas jóvenes de heterosexuales deciden no casarse.
Muchos asuntos como éste tiene pendientes la Iglesia en relación con las familias, pero no con todas, sino solamente con la de sus fieles, las de nueve mil personas que acudieron al encuentro y las de miles más que son creyentes pese a su orientación sexual. No de nadie más.
(Fuente: Anodis.com)
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