Por: Verónica Ferrari
La discriminación es una realidad.
Todas nosotras, algunas más otras menos, hemos vivido algún tipo de discriminación por ser lesbianas o bisexuales. En nuestra casa, en el colegio, en el barrio, en la universidad, en las calles, en el carro. Nadie se ha librado de ella, y quizás por eso muchas de nosotras naturalizamos la discriminación, la consideramos normal en una sociedad que nos ha enseñado a avergonzarnos de nuestros deseos, a temer nuestros afectos y a culparnos por ser como somos. Nuestras vidas están expuestas diariamente al abuso, al maltrato, al chantaje, a la marginación, a la exclusión.
Esta naturalización de la discriminación origina que aceptemos que a nosotras se nos dé un trato distinto en todos los sitios en los que socializamos. Genera que creamos aceptable que nuestros padres nos restrinjan, nos limiten o nos desprecien. Que de los colegios nos expulsen para no “contagiar” el lesbianismo a nuestras compañeras o ser un mal ejemplo para ellas. Que callemos sobre una circunstancia importante en el desarrollo de nuestra personalidad y ocultemos lo que nos hace más felices: amar a otras mujeres.
Estas y otras situaciones solo consiguen que nuestra capacidad de indignación sea nula cuando nos tratan mal o nos insultan por caminar de la mano de nuestra novia, al besarla frente a todos o cuando decimos que somos lesbianas o bisexuales. Mutila una parte hermosa de nosotras mismas y nos obliga a mentir, disimular, engañar y vivir una doble vida. Nos imposibilita vivir una vida digna y nos condena a una especie de sobrevivencia.
Qué ganamos con la ordenanza
La ordenanza posibilita que en ningún lugar público en donde se brinde servicio al consumidor sea posible discriminar por orientación sexual e identidad de género. Que no se nos eche solo porque damos muestras de afecto a personas de nuestro mismo sexo. Que se nos impida entrar y consumir lo que en esos lugares se expende por nuestra forma de vestir o de hablar. Que se nos impida matricularnos en el colegio por ser lesbianas o bisexuales. Asimismo, que podamos transitar libremente por las calles sin temor a ser atacadas por personas ignorantes u homofóbicas que nos pueden agredir verbal o físicamente, y que si sucede algo así, un policía o un serenazgo van a tomar cartas en el asunto. Y si ocurre algún tipo de discriminación podamos denunciar y el establecimiento sea sancionado con todo el rigor de la ley.
Pero no solo eso, ya que la ordenanza es un compromiso de la Municipalidad de Lima hacia la población LGTBI de respetar nuestras diferencias y de tratarnos a todos como iguales. De esa forma, el municipio garantiza y promueve que nosotras podamos disfrutar de las más amplias libertades personales y colectivas; y se compromete a protegernos frente a todo acto o amenaza de violencia o daño corporal.
Además, la municipalidad deberá diseñar e implementar periódicamente “programas y campañas de sensibilización, y educación para contrarrestar el estigma y la discriminación por orientación sexual e identidad de género, así como para la disminución del odio” hacia nuestra población. También incorporará “en todas sus políticas, planes, programas y servicios a la diversidad sexual como eje transversal”.
Una vida digna
La ordenanza no solo posibilita que legalmente estemos protegidas frente a la discriminación en todas sus formas, que es generalmente lo único que pueden y deben hacer las autoridades en nuestro país. También posibilita cambios culturales. Genera que el debate sobre el respeto a la diferencia y a las distintas formas de vida sea reflexionado y discutido en las casas, en las escuelas y en las calles. Cuestiona la discriminación e interpela a las personas que aún creen que en pleno siglo XXI es válido creer en leyes “naturales” o en que la sexualidad es una categoría estanca, inmóvil, dada y eterna; y que por eso es posible considerar a los otros “diferentes” inferiores, anormales o enfermos, porque no se adaptan a las reglas sobrenaturales de la existencia humana según su propia y arcaica interpretación.
La ordenanza también nos da agencia, la capacidad de informar, enseñar y aprender sobre nosotras mismas y los demás. Nos señala la importancia de no soportar ningún tipo de exclusión ni ahora ni nunca. La posibilidad de que la homofobia vaya siendo desterrada o por lo menos controlada en la sociedad peruana. La esperanza de desarrollarnos en forma digna y tener una vida de calidad. La posibilidad de vivir orgullosas, con la frente en alto, sin miedos y felices.
(Verónica Ferrari es Linguista y activista del MHOL.)
(Verónica Ferrari es Linguista y activista del MHOL.)
1 comentario:
Hola, Veronica
Estoy de acuerdo con lo que dices y espero que pronto salga esa ordenanza.
Una consulta y ayuda, soy estudiante de trabajo social de la unmsm y no se si seria mucho pedirte informacion sobre las politicas sociales que el estado ( imagino que son pocos o ninguna) hace por ustedes y si esta en proceso como lo que sucede con la Municipalidad de Lima.
Estoy tratando de informarme más sobre la discriminacion cultural y no solo porque tengo un trabajo monografico para un curso de mi carrera sino que a lo largo de este proceso de investigacion me he sensibilizado con el tema.
Agradezco tu atencion esperando tu respuesta con la finalidad de contactarme contigo.
Gracias.
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