30 septiembre 2011

Patricia del Río - Perú 21: Aquí no pasa nada

Transcrito del Diario Peru 21 - 17.09.2011

Por Patricia del Río

Aquí no pasa nada
Siempre me pregunto cuándo llegará el día en que caminar por las calles deje de convertirse en un deporte de aventuras para las mujeres. A veces nos ganamos con un simple: “Psst, psst, flaquita”. Otras nos toca un mañosón que nos persigue cuadra y media haciendo unos ruidos horribles. Nunca falta el que cree que puede referirse a nuestro cuerpo como si fuera un plato de Mistura: “Qué rico culo, mamita”, “me comería tus…” “te chuparía la ….”. Ya, mejor ustedes completen.

Las mujeres no nos hemos resignado. Todos los días insultamos, gritamos y hasta lloramos de rabia. Pero nada cambia. El acoso es cotidiano y, salvo protegernos con sprays de pimienta o clases de karate, no tenemos mucho más que hacer. Cuál debería ser nuestra estrategia: ¿Acercarnos al policía de la esquina? ¿A decirle qué: “A ese señor le gusta mi poto”? No pues. Nadie está dispuesta a pasar por tremenda humillación por las puras. Al acosador no lo van a encarcelar, y lo más probable es que al policía le parezca que llevamos la falda muy corta y que la culpa es nuestra.

Así estamos. La violencia contra la mujer crece a pasos agigantados, y la ministra Aída García Naranjo tiene el firme propósito de enfrentar el problema con una justicia de género. Es decir, dictando leyes severas y específicas que reconozcan el feminicidio, sancionando efectivamente a los culpables. Y todo eso está muy bien. Sin embargo, cuando veo a una chica, aterrada, pasando al lado de una turba de escolares que se la comen a groserías, no puedo dejar de pensar que este es un tema muy complejo que ni las leyes ni las líneas de ayuda van resolver, porque insistimos en plantear soluciones para cuando el daño ya está hecho. La gran pregunta es: ¿Cómo convencemos a los hombres de que las mujeres merecemos respeto siempre? ¿Cómo nos adelantamos para evitar el golpe en lugar de curar el ojo morado?

Para que un problema se resuelva, el primer requisito es que los involucrados se enteren de que existe. Las mujeres lo tenemos bastante claro. Y si por casualidad nos olvidamos, zas, aparece el vivazo de turno con un piropo vomitivo y nos devuelve a la triste realidad. Hace unos días, por ejemplo, apareció un enfermito en el Twitter (la red social de moda) y, entre otras gracias, nos amenazó a varias mujeres con violarnos salvajemente. Suena terrorífico, ¿no? Pues lo es. A modo de experimento y de queja por las agresiones, escribí esta frase en mi cuenta que puede ser vista por más de 17 mil personas: “La peor desigualdad entre los hombres y las mujeres es que nosotras vivimos con miedo: con miedo a que nos violen en el taxi, a que nos acosen, a que nos peguen... Miedo a que no nos alcance la fuerza para defendernos”.

Y las respuestas, como se imaginarán, fueron de lo más diversas. Obviamente, la gran mayoría de mujeres se sintió identificada y contó alguna experiencia traumática. Pero no pocos hombres se pusieron a la defensiva y negaron el problema, con respuestas indignantes o que denotaban una absoluta ignorancia de lo que realmente ocurre. @Carlos_Zafra, por ejemplo, me escribió: “Mayor miedo es que nadie te quiera violar”. El solícito @renatomast me lanzó la siguiente perla: “Quién te ha metido la mano, preciosa”. Al reflexivo @Deiver20 le dio por regañarme: “Totalmente exagerado, yo no soy machista, las cosas malas nos pasan por igual a los hombres y mujeres”. @MauricioRozasV se puso poético: “El ser humano siempre está inconforme. Si guapas... que las acosan mucho. Si no-guapas... que nadie las mira”; y a @pericosSAP se le salió una típica vulgaridad de macho: “Lo único que me da miedo es dejar a una mujer con ganas. Me pone los cuernos. Debo acabar después de Ella”.

Y esto es solo una muestra. Más allá de la falta de creatividad y de la pobreza de respuestas, creo que el punto está claro: muchos hombres en el Perú son incapaces de siquiera ver el problema. Para ellos, aquí no pasa nada, nos tildan de paranoicas, de locas histéricas, mientras van pensando el nuevo piropo vulgar con el que harán sonrojarse a esa mamita rica que se asoma por la esquina.

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