Por: Crissthian Manuel Olivera Fuentes
Fundación transgresora
Lo queer es
una respuesta de un sector de gays, lesbianas, bisexuales y trans (GLBT) de
EE.UU. ante el rumbo que había tomado el movimiento homosexual.
Con la intención
de ser eficaces en la demanda de los derechos civiles, un buen grupo de
homosexuales se hizo visible en los años 80. Fue precisamente ese sector el que
se convirtió en defensor de un status quo conservador en la búsqueda por su
incorporación al sistema.
Se apartó a
aquellos que pudieran dificultar el proceso y el movimiento se volvió sólo para
hombres homosexuales, blancos, de clase media alta y sanos. El resto (torteras,
maricas, drag queens, sadomasoquistas, seropositivos, transexuales, no-blancos)
apenas existía en las agendas de los grupos homosexuales.
A principios
de los 90 surgió un grupo conformado por este tipo de personas. Reflexionaron
sobre la lucha, la identidad y la diversidad, allí nace lo queer como tal. Se
apropiaron de la injuria (en ese entonces queer era un insulto contra quienes
no encajaban en la sexualidad dominante) y la tomaron como identidad
precisamente para enfrentar a quienes les habían marginado.
De ese modo,
se convirtieron en los productores del discurso o como dice Beatriz Preciado en
“el sujeto de la enunciación” (las minorías sexuales generalmente habían sido
el “objeto estudiado”).
Postulados básicos
Lo queer es
antinominativo y antiesencialista, postula que la identidad que en un momento
determinado de nuestras vidas las personas asumimos no representa nuestra
esencia. La identidad es más bien una actitud continua. Se plantea la
sexualidad como un río que va discurriendo por múltiples cauces.
Thomas Laquear
en su texto “La construcción del sexo” explica cómo hasta el siglo XVIII
existía sólo un sexo: el hombre, y una versión imperfecta: la mujer. Se pensaba
que tenían los mismos órganos genitales, pero que la mujer no los había sacado
al exterior.
Algunos
estudios revelan que en una cultura existen 43 categorías sexuales y algunos
sexólogos consideran que en la cultura occidental actual hay cinco sexos (Ann
Fausto-Sterling).
No importa
cuántas categorías haya, lo importante es darse cuenta que el sexo y el género
son una construcción histórico-social. Sin embargo, la deconstrucción de una
supuesta sexualidad “natural” que hace la teoría queer no pretende borrar al
sujeto, sino posibilitar otras enunciaciones del mismo y con ello nuevas
posibilidades para articular la política.
El sujeto, al
carecer de un contenido que lo defina permanentemente, es móvil en función de
la posición política. La teoría queer plantea la enunciación de un yo
estratégico, existirá en donde pueda adquirir un significado político. Pero no
hará referencia a una esencia ni tratará de capturar por completo su referente.
En ese sentido nos reinventamos cada día. La identidad queer es entonces una
acción, no una esencia.
Sexo y género
El sexo es lo
que en principio nos define a todos como personas, se supone que nacemos con un
pene o una vagina y a partir de ese hecho se nos determina. Si un bebé nace con
una “anomalía” (los intersexuales por ejemplo) la medicina lo opera rápidamente
para integrarlo al sistema de lo humano, lo transforma hacia alguna de las dos
opciones posibles (hombre o mujer).
En el plano
social, hay que demostrar continuamente que somos hombres o mujeres en nuestro
aspecto y roles. Es lo que Judith Butler llama performatividad del género.
Desde lo queer, el género no es una característica nominal importante. La
identificación o no con un género no supone ninguna esencia en nuestra persona.
Cabe aclarar
que la teoría queer no propugna la desaparición del género, defiende su
transgresión, propugna la performatividad del habla así como de los actos
corporales. Lo queer no pretende eliminar categorías, sino construir otras o
defender el derecho a no tener que encasillarse en alguna.
Cuando se
analiza un tema bajo lo queer se ven todos los aspectos de una persona, no sólo
el género y la identidad sexual, sino la etnia/raza, la clase, la edad, la
condición de salud, etc., y cómo se relacionan entre sí. Lo queer como
herramienta teórica nos permite cuestionar, no dar por hecho nada, ni siquiera
la propia teoría queer.
A nivel
militante, queer es estar abierto a la diversidad, a no tener ni esperar
conductas normativas, a no definir el género de una persona en función de sus
genitales, a cuestionar las jerarquías, a visibilizar otras realidades.
Necesidad de visibilidad
Nuestra
cultura es aún machista, heterosexista, homo/lesbo/transfóbica, y basa, en
parte, su dominio invisibilizando o
desdibujando a los que somos diferentes, haciéndonos marginales.
Es por ello
necesario enumerar explícitamente a los grupos históricamente discriminados. Hay
poblaciones que experimentan situaciones particulares de vulnerabilidad y, por
lo tanto, es preciso nombrarlas, para que sus derechos sean garantizados,
promovidos, defendidos y ejercidos plenamente.
Si bien la
teoría queer postula que las identidades son ambiguas, fluctuantes, variadas y
no-fijas, también es cierto que la discriminación hacia personas GLBTR (“R” por
lo de gente “rara” o “queer”) se da sobre la base de una identidad sexual y/o
de género que se percibe en cada una de ellas (afeminamiento, masculinización,
travestismo, excentricidad al vestir, uso de símbolos como la bandera arco
iris, etc.). Mientras eso ocurra será importante enumerarlas, asumir las
etiquetas en su sentido práctico y político, a pesar de saber que no son
suficientes para explicar quiénes somos.
Crissthian Olivera Fuentes es comunicador social, activista gay en
derechos humanos, ex Director Ejecutivo del Movimiento Homosexual de
Lima (MHOL) y actualmente cursa un Diplomado de Derechos Humanos.
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